viernes, 30 de noviembre de 2007

EL FUNDAMENTO DEL CONOCIMIENTO EN EL ÁMBITO DE LA SALUD: EL CURAR Y EL CUIDAR...

Autor: Sonia Olaya de Dreher

La presentación de la visión del conocimiento esencial, y su indiscuti-ble importancia en momentos de cuestionamento y crisis de los fundamentos existentes, tiene como finalidad evocar el ámbito de lo humano irrenuncia-ble, como guía de un pensamiento que nos permita exclarecer la dificultad y superar el límite del conocimiento disciplinar, en nuestro caso aquel de la salud.

A la búsqueda de lo esencial partiremos desde la interrogación por el fundamento, en general, para de ahí revisar la amplitud del conocimiento en Salud, correspondiente a su comprensión de lo humano, y expresada en la interpretación de la cura y el cuidado del hombre; para así entrar a demar-car un dominio que nos permita asumir de modo cierto y esencial las pro-blemáticas que hoy nos convocan.

En aras del discurrir esencial empecemos por despejar el termino Fundamento. Fundar es colocar los cimientos que permiten erigir y sostener el volumen y el peso de una obra. El fundamento es la base oculta, no evi-dente, que da estabilidad, seguridad, fortaleza y duración al construir o edi-ficar. Podemos también crear, inventar, construir, o edificar sin fundamen-tos, y este desajuste puede incluso funcionar hasta que se da la crisis. La crisis es crisis, porque pone en evidencia la ausencia de calidad de los fun-damentos que forjan una estructura.

En el plano conceptual el fundamento es también la base primera so-bre la cual apoya el orden, el principio que da lugar a expresar una repre-sentación intelectual, mediante la cual determinamos un objeto, o la totali-dad de un dominio de objetos. Un dominio puede ser la naturaleza, la vida, el hombre, la salud, la medicina, el arte, etc, y constituyen y demarcan el terreno propio de la investigación de las ciencias.

Desde la lógica de las perspectivas el fundamento puede ser interpre-tado como razón necesaria del ser de algo, que lo explica y justifica; y como principio de conexión, contingente, suficiente, mas no necesario, que no pretende explicar la esencia, sino solamente el sucederse de la cosa. En ambos casos estamos tratando de definir la cuestión capital que rige el cono-cimiento objetivo, dentro de los límites de las reducciones necesarias al pen-samiento representativo, fundado en la observación de la naturaleza desde la perspectiva del dominio y el control; y fruto de la comprensión que inter-preta el Todo, como sistema mecánico aislado, constituido de partes mani-pulables, que pueden ser experimentadas, en el mejor de los casos desde la confianza infantil, que lo que desbaratamos se puede de la misma forma re-componer.

La ciencia vive la ilusión arrogante del poder de la técnica que luego transformó en tecnología; siempre a la saga, supuestamente, de las implica-ciones que genera, y de la responsabilidad por las consecuencias que con-lleva, la adopción de supuestos demostrables, que se pueden revelar invá-lidos. La ciencia presupone y aborda el Todo desde su funcionar, y pretende demostrarlo en las partes. Pero qué sucede si lo que esta fallando es el enfo-que mismo; a qué sirve que la descripción sea cierta, si la interpretación no es valida?...

Ante el agotamiento de esta tendencia típica de la modernidad, aparece una óptica crítica al interior de la misma ciencia, insistiendo en la necesi-dad que tiene el conocimiento hoy en día, de replantear la visión reduccio-nista mecánica, en la consideración de una totalidad que incluya el cambio, el azar, y el caos; que permita incluir la imprevisibilidad de la naturaleza, y la incertidumbre de las descripciones científicas. Desde este nuevo punto de vista el mundo científico esta revisando la pretensión determinista de objeti-vidad, y causalidad, para propugnar por una nueva conciencia holística que acepta y asume el límite del pensamiento para aprehender las verdades del universo.

La pregunta que en este punto aparece es si el todo de la nueva pro-puesta surge de una verdadera reflexión conciente del extravío al cual ha llegado la ciencia, y que supondría necesariamente la humildad de una pau-sa meditativa sobre el camino recorrido y los estragos ocasionados. O si sólo se trata de otro modo de persistir en la arrogancia de la voluntad de poder, que ante el obstáculo de lo imprevisible, desarrolla una actitud de desafío oculto, que mas que renunciar al poder del manipular las partes, decide acometer la ilusión extrema de jugar a la creación.

La ilusión de transformar la naturaleza en una extensión inaudita y cínica de la mente, que en medio de la extravagancia, propia del miedo vuel-to pánico en el persistir de la incertidumbre, decide: enfrentar las interrela-ciones múltiples de los sistemas, la interconexión de las formas biológicas, de la célula, del organismo, de los ecosistemas; justificando la idea de poder, no ya de recomponer la unidad despedazada y desquiciada, sino de, radica-lizar la misma actitud hasta el extremo. De poder transformar la naturaleza no en la intención de conocer lo dado, sino a partir del desafiante recono-cimiento de las limitaciones y las dependencias, que autoriza una explora-ción extra-vagante de ella, donde nadie puede ya preguntar más, qué encon-traremos, y a quién servirá lo que encontraremos.

Las ideas de la nueva conciencia de la imprevisibilidad asumen el peli-gro de llegar a enfrentar realidades y actividades in-sospechadas, e in-auditas. La conciencia de la humanidad desaparece, arriesgada a vagar en los mundos de la inconciencia, jugándose desesperadamente la necesidad de un cambio, no sólo de actitud, sino de la constitución misma de la natu-raleza humana.

En búsqueda de una vía que más que re-componer la unidad, desde los fundamentos mismos del pensamiento lineal que provocó la fractura; surge la necesidad de revisar radicalmente la fundamentación misma de este modo de comprender el mundo, en aras de re-constituir la posibilidad de un conocimiento total y auténtico, que corresponda y sirva a la esencia huma-na.

La comprensión esencial del fundamento que a continuación aproxi-maremos no es afín a ninguno de los momentos de la objetividad menciona-dos, ajenos a la esencia y la dificultad no definible del ser humano; núcleo primordial del pensamiento donde surge y se sostiene de la letal gravedad de la crisis reinante, hoy globalizada.

La época ha perdido la esperanza en la autoproclamación de la ciencia moderna, de ser garante para una vida feliz; consolándose con los efectos artificiosos de la estética. El otrora problema del abastecimiento de energía, se ha tornado pregunta por la capacidad de dominar las fuerzas desperta-das mediante la tecnología. Todas las técnicas: de comunicación, alimenti-cia, militar, médica, artística, se mueven hoy en día velozmente y en direc-ciones no previsibles; que no permiten ya ni siquiera hablar de avance. La existencia del hombre esta siendo desvirtuada por el automatismo, asfixian-do la voluntad y la facultad de decisión del hombre, dejando manifiesto que no fueron hechos por una conciencia de lo humano, y que no están en grado de acompañar la libertad y dignidad del hombre. Lo humano reducido a substancia viva, se volvió susceptible de ser descompuesto, alterado, re-diseñable; hasta el punto de no poder asumir en profundidad y gravedad, el pensamiento de la fatalidad de estar siendo desvirtuados. Sorprendidos por la audacia de la investigación científica, nos acostumbramos a las imáge-nes absurdas, dislocadas, olvidamos la afrenta que esta debilitando el poder de seguir siendo humanos, el poder de ser serenos para reflexionar el engen-dro del huevo roto de la serpiente.

La comprensión del hombre y del mundo como objetos; y de la natu-raleza como mera fuente de suministros, ha revelado el trasfondo perverso de una expectativa, que impuesta como parámetro obligado del pensar, es el núcleo del poder que hoy avasalla los pueblos de la tierra.

“Ningún individuo, ningún grupo humano, ninguna comisión de im-portantes estadistas, investigadores y técnicos, ninguna conferencia de per-sonalidades directivas de la economía y de la industria es capaz de frenar o de orientar el curso histórico de la era atómica. Ninguna organización exclu-sivamente humana está en situación de apoderarse del mando de esta épo-ca.

El hombre de la era atómica quedará entregado, inerme y sin amparo, a la irresistible preponderancia de la técnica. Así ocurrirá si el hombre actual renunciase a poner en juego, en la partida decisiva, el pensamiento reflexivo frente al pensamiento meramente calculador. Pero si el pensamiento reflexi-vo despierta, la meditación deberá hallarse en su tarea constantemente y ante el más mínimo motivo, o sea también aquí y ahora, precisamente...” hoy, y a propósito del fundamento del conocimiento en el ámbito de la salud.

El conocimiento puesto ante la sin salida del pensamiento calculador, se encuentra exhausto por la urgencia de llevarse a cabo en los tiempos me-tódicos de las agendas de planeación, y en todas las demás obligaciones propias de los regímenes marciales, empresariales e institucionales, en los que tiene que asociarse para sobrevivir, el hombre disociado. El conocimien-to al margen de lo esencial humano manifiesta la hondura de su tragedia, en la creciente angustia del hombre aislado, mero número indiferente de re-gistros sociales, funcionando; agotado en medio de virtuales e infructuosos esfuerzos individualistas de auto-estima, auto-valoración, y auto-absolución.
Ante esta triste y desesperada visión, aparece la necesidad de un pensa-miento reflexivo, que vuelva a colocar la pregunta por la esencia, que posibi-lite la búsqueda y el hallazgo de un fundamento, donde volver a encaminar-nos hacia el único norte que puede guiar el conocer: la unidad humana. Un pensar que no teme el riesgo máximo de desvirtuarse al acoger la diferencia, que la comprende no como agregado, ni como tolerancia; sino como posibili-dad de ampliarse trascendental, fundada en la confianza de la fortaleza que brinda una verdadera estructura, aquella que resiste los remesones de los tiempos de crisis. No desde la obstinación fundamentalista, sino como dis-posición a la esencia, que correspondiendo a la necesidad del instante, es fruto y semilla de una visión que esta a la altura de la esencia humana a li-berar.

Hasta aquí el primer momento de nuestro discurrir la necesidad y justificación del conocimiento fundamentado, que da pie a situarnos en la especificidad de la fundamentación del ámbito esencial de la salud.

Señalado el norte indiscutible del conocimiento esencial, como protec-ción y cura exclusiva de la especificidad del hombre; y como tal, aplicable necesaria y primordialmente al ámbito de la salud; el primer paso que damos en esta dirección es: la determinación del hombre no como ser vivo entre los demás seres vivientes, sino como único ser viviente que posee la decisión de ser o no ser sí mismo, que comprende y trasciende su propio ser sí mismo, sólo gracias a la posibilidad de ser con los otros seres semejantes. Y de ahí, de la posibilidad de conocer su propia esencia, su tarea, no vital, sino exis-tencial, libre, y sólo desde ahí, la posibilidad de conocer y cuidar la esencia de los demás entes.

La comprensión de la constitución fundamental específica de la espe-cie humana como un trascendental debe ser asumida: si lo que en verdad nos ocupa es rescatar lo esencial, hoy totalmente velado por un conocimien-to basado en la relatividad y gravedad propios de los sistemas del mundo natural, de los cuales el hombre participa, como ser vivo, pero no en la de-terminación fundamental de la especie.

Lo esencial humano es entonces la puerta de ingreso al mundo de la esencia, desde la intimidad de un hombre comprometido con su ser sí mis-mo con el otro. No desde una erudición subjetiva, producto de una noción cierta y relativa; sino como claridad capaz de ordenar en cada propósito la superioridad de lo esencial, y la subordinación, de todo lo no esencial a ello. Como tal lo esencial no admite preconceptos, ni conceptos, no es accesible desde el solo discurso mental, necesariamente disociado. La esencia de la existencia humana no es lineal, por lo tanto no es comprensible desde una lógica supeditada a deducciones e inducciones. En la existencia de un hom-bre se funden: la historia del devenir de la humanidad, la de una época, la de una generación, la de un pueblo, la de un clan, la de una familia, pero sobretodo las decisiones de un individuo debatiéndose o fracasando ante la tarea de ser si mismo con el otro. Volver plana la comprensión del volumen existencial de un ser humano, es ilusorio y pretencioso. La unidad del hom-bre no es una sumatoria de todos los anteriores aspectos, sino la conjuga-ción o el abandono de ellos en cada instante. La esencia humana es volumen existencial cotidiano siendo con el otro.

La salud o su ausencia, la enfermedad, no pueden ser objetivadas, porque el hombre que la goza o la padece, respectivamente, no puede ser de-preciado como objeto, ni siquiera en aras del conocimiento. Interrogados a propósito de lo esencial en la salud, reflexionemos si lo que estamos buscan-do es una respuesta teórica, relativa a un punto de vista, que nos pueda dar al máximo erudición; o si por el contrario nos mueve un compromiso esen-cial. Especular sobre salud es no haber experimentado en propiedad el dra-ma íntimo en el cual la enfermedad se establece.

La esencialidad de la pregunta por la salud, exige un ser situados al interior de ella; no es posible seriamente preguntar sin considerar nuestro propio ser enfermo, perturbado, moribundo, alejado de la primigenia unidad con el otro, reconocida como indisoluble, ampliada como capacidad de abar-car el no-ser desde la propia dificultad, venciendo la tentación generada por el miedo, de justificarnos en la complicidad del malestar.

Curar no es una especialidad de una disciplina, sino el privilegio del hombre que camina en la conciencia de su propia esencia disturbada, am-pliándose en la comprensión del otro.

La medicina como poder de un hombre sana la esencia humana; como arte puede curar el cuerpo, el ánimo y la mente; como servicio sólo se hace cargo del cuidado de la enfermedad.

Desde lo esencial el hombre tiene la posibilidad de curar a sí mismo en el otro, y al otro en sí mismo, uno al otro. Disociados de la condición intima mediada por la situación emotiva radicada en el tiempo, al máximo sólo po-demos cuidar. El hombre en esencia cura el otro, y cuida el mundo. Cuidar es atender el mundo sin el ser comprometido en la semejanza esencial humana, como si el otro fuera un ser más entre los seres, sin la conciencia que da la especificidad humana.
La cura es la posibilidad exclusiva humana y como tal trascendental y hermética, de llevar a cabo la posibilidad de ser sí mismo con el otro. La cura es el modo de ser del hombre abierto por el estado de animo dispuesto a ser sí mismo, con el otro.

En lo esencial el momento llamado pedagógico se torna maestría: ca-pacidad de comprender la magnitud de lo humano, posibilidad de ampliarse que da el ser fundamentado sin desvirtuarse, avistando lo inhumano.

Lo humano es la humanidad latente, aún vibrante, presencia viva, ca-lórica, manifiesta en el encuentro abierto de los semejantes; y potenciada en la difícil confrontación de aquellos que pueden o no, llegar a serlo. El mundo de la naturaleza sostenido en el misterio de la relatividad y la indeferencia, no son determinantes en la cura de la esencia humana. Humanamente so-mos llamados a superar la confusión de la indiferencia, mediante la claridad de una decisión radicada exclusivamente en la jerarquía de la unidad humana: comprenderlo es el inicio de la maestría.

Ser con el otro no es una buena intención, ni un deber moral, ni una conciencia de la individualidad de respetar, atender o cuidar al otro; no es una construcción o un acuerdo de donde surge la convivencia y sus dere-chos. Nada de todo esto es ser-con el otro.

Ser-con el otro es el fundamento de la individualidad y libertad humana, de sus intenciones y sus ánimos, de la verdadera conciencia nece-sariamente comunitaria, no sólo social. Ser-con el otro es sentir el otro; es el fundamento de la paz, del poder un día descansar en paz.

BIBLIOGRAFÍA

Castoriades, C. Ontología de la Creación. Bogotá. Ed. Ensayo & Error. 1° Ed. 1997.
Heidegger. M. Serenidad. Barcelona. Ediciones del Serbal.4° Ed. 2002.
Hoquenhem, G. Y Sherer, R. El alma atómica. Barcelona. Ed. Gedisa. 1° Ed. 1987.

Corporación Universidad Libre - Cali
30 de Noviembre de 2007

jueves, 6 de septiembre de 2007

EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA



HECTOR ABAD GOMEZ

En la Escuela de Medicina aprendemos mucho sobre las vidas de los parásitos, de las bacterias y de los hongos y muy poco sobre la vida de los hombres, sujetos a quienes nos hemos dedicado a salvar sin preguntamos por qué ni para qué. Asumimos que toda vida humana es valiosa y creemos contribuir al bienestar humano general, salvando la mayor cantidad de vidas que podamos y previniendo toda muerte prevenible. ¿Qué hemos conseguido con esto? Aumentar la cantidad de vidas humanas, sin preguntarnos su calidad. Ya es tiempo de que los médicos dejemos la vieja di-cotomía que consiste en creer que siempre la vida es buena y la muerte es mala y la reemplacemos por un análisis más científico y a fondo del problema vida-muerte humanas, para que tengamos más clara nuestra tarea. No debemos seguir creyendo que nuestra misión es salvar vidas, sino que debemos integramos dentro de una concepción más amplia de nuestro mundo y mirar el problema desde un punto de vista más general y social.

¿Cuál es el significado de la vida humana sobre la tierra?: ¿Para qué vivimos? He aquí dos preguntas básicas, que debemos saber contestamos antes de seguir viviendo y actuando, inconsciente o ciegamente, como agentes de la vida humana porque sí como defensores de la vida por sí misma.

¿Tiene la vida un valor en sí misma o depende dicho valor de la clase de vida que logremos vivir? ¿Deberemos ser agentes de la vida, de cualquier clase de vida, o solamente de un tipo de vida que consideremos ideal? ¿Cuál seria este tipo de vida? He aquí otra pregunta fundamental.

Digamos, de una vez por todas, que consideramos a todo ser humano vivo como el máximo valor sobre la faz de la tierra. La conservación de su vida, pero no de una vida cualquiera, sino de la mejor vida posible para él, es la empresa más importante a que una sociedad debe dedicarse. Esto significa que toda sociedad debe asegurarle a todos sus individuos salud, alimentación, dignidad, decoro, en una palabra, bienestar físico, mental y social. Todo ser humano, desde el momento de su concepción, debe ser sagrado para el médico. Esta noción tradicional debemos conser-varla, si no queremos perdernos por los peligrosos vericuetos del crimen. Lo que debemos reconsiderar es si toda clase de vida vale la pena vivirla o no. Esta es una decisión, obviamente, que cada ser humano debe hacer. Y aunque de hecho se hacen discriminaciones, esto se debe más al tipo de sociedad en donde vive el médico, que a su propia escogencia o voluntad. En una sociedad capitalista, por ejemplo, la salud es una mercancía que se compra por dinero y quienes no lo tienen, se tienen que contentar con atención de segundo orden o con ninguna atención a su salud. En una sociedad de tipo socialista la salud, como todos los demás bienes, se reparte más igualitariamente.

El costo de los elementos materiales de que está compuesto un ser humano se ha valorado en unos 14 dólares. Sin embargo, cuando un ser humano se muere, la pérdida es mucho mayor. El valor espiritual de su pérdida casi que se diría que no puede medirse. ¿Qué potencialidades se pierden en la muerte de un niño o de una persona joven? ¿O de una persona madura en su plena actividad física y mental? ¿Valen lo mismo todas las personas?

Teóricamente, todos los seres humanos son iguales, pero en la práctica esto no es verdad. Este es un hecho real que tiene que aceptarse sin discusión posible. El punto importante aquí es cómo tratar de reducir lo más posible estas desigualdades biológicas, sociales y naturales, que si es verdad que de hecho se presentan, muchas son el resultado de condiciones sociales que pueden cambiarse. Cuando la educación y la salud, por ejemplo, se presta en igual medida, cantidad, calidad e intensidad, a TODAS LAS PERSONAS, sin ningún distingo, lo que se está haciendo es tratando de superar las diferencias naturales biológicas, que muchas veces se reflejan en el campo social, dando origen a extremas desigualdades humanas -entre el genio y el idiota, por ejemplo- las cuales pueden atenuarse y disminuirse, proporcionando a todos las mismas circunstancias básicas ambientales, culturales y sociales. Esto haría menos duro y lograría reducir, por lo menos en parte, este estado de desigualdad social que hoy se presenta y sigue produciéndose en la gran mayoría de sociedades humanas. ¿Hay algún remedio para esto? Es evidente que sí. Ya lo hemos dicho. Una sociedad humana que aspira a ser JUSTA tiene que suministrar las mismas oportunidades de ambiente físico, cultural y social a todos y cada uno de sus componentes. Si no lo hace, estará creando desigualdades artificiales. Son muy distintos los ambientes físicos, culturales y sociales en que nacen, por ejemplo, los niños de los ricos y los niños de los pobres, en Colombia. Los primeros nacen en casas limpias, con buenos servicios, con biblioteca, recreación y música. Los segundos nacen en tugurios, o en casas sin servidos higiénicos, en barrios sin juegos ni escuelas, ni servicios médicos. Los unos van a lujosos consultorios particulares, los otros a hacinados centros de salud. Los primeros a escuelas excelentes. Los segundos a escuelas miserables. ¿Se les está dando así, entonces, las mismas oportunidades? Todo lo contrario. Desde el momento de nacer se los está colocando en condiciones desiguales e injustas. Aun desde antes de nacer, en relación con la comida que consumen sus madres, ya empiezan su vida intrauterina en condiciones de inferioridad. En el Hospital de San Vicente hemos pesado y medido grupos de niños que nacen en el pabellón de Pensionados (familias que pueden pagar sus servicios) y en el llamado Pabellón de Caridad (familias que pueden pagar muy poco o nada por estos servicios) y hemos encontrado que el promedio de peso y talla al nacer es mucho mayor (estad1sticamente significante) entre los niños de pensionado que entre los niños de caridad. Lo que significa que desde el nacimiento nacen desiguales. Y no por factores biológicos sino por factores sociales (condiciones de vida: desempleo, hambre) en las familias de los pobres, distintas a las condiciones en que viven las familias de los ricos. Estas son verdades irrefutables y evidentes que nadie puede negar. ¿Por qué nos empeñamos entonces -negando estas realidades ¬en conservar tal situación? Porque el egoísmo y la indiferencia son características de los ciegos ante la evidencia y de los satisfechos con sus condiciones buenas y que niegan las condiciones malas de los demás. No quieren ver lo que está a la vista, para así mantener su situaci6n de privilegio, en todos los campos. Esta es la situación colombiana en el momento actual -enero de 1973- Y todas las cifras e índices de medición social -los llama¬dos indicadores sociales- así lo revelan claramente. ¿Qué hacer ante esta situación? ¿A quienes les corresponde actuar? Es ob¬vio que los que deberían actuar son los afectados perjudicialmente por ella. Pero casi siempre, ellos, en medio de sus necesidades, angustias y tragedias no son conscientes de esta situación objetiva, no la internalizan, no la hacen subjetiva.

Aunque parezca paradójico -pero esto ha sido históricamente así- son algunos de los que la vida ha colocado en condiciones aceptables, los que han tenido que despertar a los oprimidos y explotados para que reaccionen y trabajen por cambiar las condiciones de injusticia que los afectan desfavorablemente. Así se han producido cambios de importancia en las condiciones de vida de los habitantes de muchos países y estamos ciertamente viviendo una etapa histórica en la cual en todos ellos hay grupos de personas -éticamente superiores- que no aceptan como una cosa natural que estas situaciones de desigualdad y de injusticia perduren. Su lucha contra "lo establecido" es una lucha dura y peligrosa. Tiene que afrontar la rabia y desazón de los grupos más poderosos política y económicamente. Tiene que afrontar consecuencias, aún en contra de su tranquilidad y de sus mismas posibilidades; en contra de alcanzar el llamado "éxito", en la sociedad establecida. Pero hay una fuerza interior que los impele a trabajar en favor de los que necesitan su ayuda. Para muchos, esa fuerza se constituye en la razón de su vida. Esa lucha le da significado a su vida. Se justifica vivir si el mundo es un poco mejor cuando uno muera como resultado de su trabajo y esfuerzo. Vivir simplemente para gozar es una legítima ambición animal. Pero para el ser humano, para el Homo Sapiens, es contentarse con muy poco. Para distinguimos de los demás animales, para justificar nuestro paso por la tierra, hay que ambicionar metas superiores al solo goce de la vida. La fijación de metas distingue y caracteriza a unos hombres de otros. Y aquí lo más importante no es alcanzar dichas metas, sino luchar por ellas. Todos no podemos ser protagonistas de la historia. La humanidad, como un todo, es la verdadera protagonista y hacedora de la historia. Como células que somos de este gran cuerpo universal humano somos sin embargo conscientes de que cada uno de nosotros puede hacer algo para mejorar el mundo en que vivimos y en el que vivirán los que nos sigan. Debemos trabajar para el presente y para el futuro, y esto nos traerá mayor gozo que el simple disfrute de los bienes materiales. Saber que estamos contribuyendo a hacer un mundo mejor, debe ser la máxima de las aspiraciones humanas. Cada cual haciendo la parte que cree hacer mejor. En un "proceso al Hamo Sapiens" que se siguió recientemente en una ciudad estadounidense, éste fue condenado por las estupideces que ha hecho hasta ahora -aun a veces con las mejores de las intenciones: la polución ambiental, la explosión demográfica, las guerras, el fanatismo y el odio, todo dentro de una civilización individualista y materialista, han sido el resultado hasta hoy de las actividades del hombre sobre la faz del mundo. Pero estamos reconociendo que nos hemos equivocado y que andamos por un camino que nos conducirá al desastre, es decir, hacia el deterioro de la calidad de la vida humana, hacia mayores sufrimientos y desesperanzas. La lucha por una vida mejor para todo el mundo apenas empieza en la todavía corta historia de la humanidad. Antes las preocupaciones eran otras. Se reducían a preocupaciones egoístas, de familia, de clan o de parroquia. Si mucho, a preocupaciones nacionales. En este momento, en la era de las comunicaciones y del intercambio mundial, las preocupaciones de los mejores hombres en todo el mundo se hacen cada vez más universales. Se ecumenizan y catolizan. Esta es la gran esperanza para la humanidad del presente y del futuro. Grupos de hombres cada vez crecientes, en las universidades y escuelas de la tierra, en las organizaciones técnicas y humanitarias de las Naciones Unidas y de diversas organizaciones filantrópicas, personas dedicadas al cultivo del intelecto y de las ideas de paz y de justicia, en los talleres y en los campos, en asociaciones y en sindicatos, van sintiendo que pueden ayudar al bienestar de todos los seres humanos, sin distinciones de raza, religión o nacionalidad. Estas personas sienten que tienen una misión que deben cumplir. Saben que el mundo nunca llegará a la utopía. Saben que nunca se podrá dejar de trabajar para siquiera acercarse, un poco más que ahora, al cumplimiento de ideales superiores. Pero van pasando la antorcha y la bandera a las generaciones sucesivas con la esperanza de que cada vez sean mayores la igualdad, la justicia, la libertad el amor entre los hombres. Eso, repito, le da significado a sus vidas.

domingo, 26 de agosto de 2007

¿DE DONDE PROVIENE LA VIOLENCIA?...



Héctor Abad Gómez *

La violencia, como todo fenómeno humano, nace de nuestro ser animal. Es en nuestra mente - constituida por todo lo que ha influido en ella, genérica y ambientalmente desde nuestro nacimiento - en donde surge la decisión de actuar en forma violenta.

Si tenemos claro este principio elemental, podremos analizar la violencia, no sólo a través de nuestra historia, sino a través de toda la historia humana. Como se sabe, la violencia surgió con la gran transformación que hace unos diez mil años se produjo en todas las regiones de nuestro planeta, con la ahora llamada Revolución Agrícola. Nos empezamos a matar por la posesión de la tierra. Y nos seguimos matando por lo mismo. Claro que, cada vez más frecuentemente, en forma encubierta: tribalismo, religión, ideología, predominancia económica. Y siempre detrás de todo esto, la ambición de poder de algún grupo humano. Analicemos la historia de nuestro país. Los grupos indígenas peleaban por su territorio, hasta que llegaron los españoles con la cruz y la espada, los caballos y los arcabuces, y se lo arrebataron por la fuerza y los criollos, con Bolívar a la cabeza, arrojamos también por la fuerza a los españoles, y nos convertimos en cinco naciones. Que si nos descuidamos, empezaremos a pelear y a matamos, por el petróleo y el carbón de los yankis. Ellos nos suministrarán, vendiéndonoslas naturalmente, las armas que queramos.

Así sería mucho más eficiente la violencia, que es apenas, ahora, nacional, y que se volvería internacional. Mucho mejor negocio todavía.

Mientras esa otra tragedia mayor no se presente, sigamos analizando la que hasta ahora ha vivido y continúa sufriendo la Nación colombiana.

Después de la guerra de independencia, las guerras civiles y luego la matanza de las bananeras, para que comieran plátanos más baratos los ciudadanos de los países industrializados.

Y en 1930, con el cambio político, la lucha por el predominio de los terratenientes en los Santanderes y en 1948, un Presidente, ayudado por algunos púlpitos, que en Boyacá, el Tolima, el Valle y Antioquia predicaban que como antes matar moros, (“matar liberales no era pecado”). Y en nuestros días, la cruzada anticomunista dirigida por el Pentágono y la CIA, para "salvar la civilización occidental".

Todo esto, complicado con que los dólares se les escapan a los bancos norteamericanos, para comprar aquí cocaína. Y que en Medellín hay tanta pobreza, que se puede contratar por dos mil pesos a un sicario, para matar a cualquiera.

Estos son los detalles. En el fondo está la educación, que hemos recibido, a través de la historia humana reciente. Digo “reciente”, porque durante los primeros noventa mil años del “Homo Sapiens”, antes de la Revolución Agrícola, los diez millones de habitantes que existían sobre la tierra, no necesitaban “educación” porque eran y se sentían iguales y tenían todo lo que querían: era la riqueza común primitiva de que hablan algunos antropólogos.

Ahora, con cinco mil millones de personas que poblamos este planeta la cosa es distinta. Vivimos una época violenta.

Una violencia que nace del sentimiento de desigualdad. Podríamos no tener violencia, si todas las riquezas -incluyendo la ciencia, la tecnología y la moral- -esas grandes creaciones humanas- estuvieran mejor repartidas sobre la tierra.

Este es el gran reto que se nos presenta hoy, no sólo a nosotros, sino a la humanidad entera.

Si, por ejemplo, las grandes potencias dejaran que Colombia, o mucho mejor, Latinoamérica unida, buscara sus propias salidas, nos iría muchísimo mejor. Pero esto es ya soñar, un ejercicio no violento, previo a cualquier gran realización. La realización que podrá efectuar una humanidad sana mentalmente, que algún día, durante los próximos diez mil años verán nuestros descendientes, si ahora o más tarde no nos autodestruimos.




* Ultima columna de Héctor Abad Gómez, escrita el día de su muerte y publicada Póstumamente como editorial en El Mundo, 26 de agosto de 1987.

martes, 17 de julio de 2007

PARA QUE NO OLVIDEMOS... LO QUE HEMOS SIDO...

RED COLOMBIANA DE INVESTIGACION EN POLITICAS Y SISTEMAS DE SALUD

Para Coordinadoras y Coordinadores de Nodos

Reciban un cordial saludo de la Red.

El próximo 25 de Agosto se cumplen 20 años del asesinato de Héctor Abad Gómez, médico y humanista sacrificado por su compromiso con la salud pública, la justicia social y los derechos humanos. El Doctor Héctor Abad, fundador de la cátedra de Medicina preventiva en la Universidad de Antioquia fue uno de los principales promotores de la salud pública en nuestro país, actividad que para él fue indistinguible del compromiso ético y político con la población más pobre y la defensa de los derechos humanos.

Desde esta Secretaría General les hacemos una invitación muy cordial a conmemorar este aniversario en los diferentes nodos y grupos de trabajo, con actividades que permitan a las nuevas generaciones conocer, analizar y valorar la vida y obra de Héctor Abad Gómez, un ser humano íntegro y un maestro comprometido hasta la muerte con la dignidad de la vida, cuya lucidez y generosidad persiste en el corazón de la salud pública.

A este respecto, y esperando que sea de utilidad, les adjunto una semblanza preparada por la Biblioteca de la Facultad Nacional de Salud Pública y dos artículos de los profesores Esperanza Echeverri y Enrique Yepes. La foto es una restauración cedida cortésmente por el Profesor Fabio León Rodríguez.

Un abrazo


RUBEN DARIO GOMEZ ARIAS
Secretario Ejecutivo



HÉCTOR ABAD GÓMEZ (1921-1987)

Médico, profesor y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, donde se caracterizó por darle un vuelco a la concepción de la medicina tradicional, ya que la consideraba como una práctica social y como prevención de enfermedades. Fundador, en 1963, de la Escuela Nacional de Salud Pública en la Universidad la cual lleva su nombre. Se destacó por crear el servicio rural obligatorio, las promotoras rurales de salud, las campañas de vacunación masiva.
Asesor de los ministros de salud de Indonesia y Filipinas, trabajó en proyectos de salud comunitaria de la Organización Mundial de la Salud. Secretario de Salud Pública de Antioquia y de Salud, Educación y Bienestar Social de Medellín. Además, fue gerente de los Seguros Sociales (1975) y consejero de la Embajada de Colombia en México (1977-1979).

Diputado de la Asamblea de Antioquia por el Movimiento Revolucionario Liberal (1960-1961) y entre 1980 y 1987 se vincula al Comité Nacional Permanente de Defensa de los Derechos Humanos y es nombrado Presidente de la Comisión Ejecutiva de Antioquia. Hace parte de la Comisión de Verificación de los acuerdos entre el Gobierno y las organizaciones guerrilleras.
Sicarios acabaron con su vida cuando asistía al velorio del Profesor Luís Felipe Vélez, maestro de ADIDA, junto con el profesor Leonardo Betancur de la UdeA.
En sus obras deja un legado sobre el respeto a los derechos humanos y la tolerancia.

PARTICIPACIÓN SOCIAL

• "Mayos" grupo de estudiantes brillantes que llegarían a ser pioneros en Antioquia de sus respectivas especialidades: Ernesto Bustamante en Neurología, Oscar Duque en Patología, Alberto Echavarría en Hematología, Gustavo Fernández, Clarita Glottman y Gabriel Llano.
• "U-235" periódico que fundó en 1945 con un grupo de amigos: Manuel Mejía Vallejo, Alberto Aguirre, Carlos Castro Saavedra, Oscar Hernández, Belisario Betancur, Hernando Agudelo Villa, Rodrigo Arenas Betancur, y Carlos Jiménez Gómez.
• Comité Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (1980-1987)
• Candidato a la Alcaldía de Medellín en 1987 por un Movimiento Independiente.

Datos Importantes

• Se pronunció contra la formación médica individualista.
• Promovió el estudio no memorístico.
• Defendió la universidad como el espacio para la ciencia y el goce del conocimiento.
• Luchó para que los recursos económicos no se desviaran hacia la guerra y el gasto militar, y se invirtieran en agua potable para la inmensa mayoría.

Algo de su pensamiento

"El médico que sólo sabe de medicina, ni medicina sabe"
"El fanático es el que no admite explicaciones, ni oye razones de los demás. Es el que se cierra mentalmente al diálogo y no admite emocionalmente la posibilidad de estar equivocado. Esta actitud, aunque aparentemente firme, revela más bien una íntima inseguridad y un escondido temor de no tener la razón."
(Manual de Tolerancia, página 25)

OBRAS

Algunas consideraciones sobre salud pública en el departamento de Antioquia (1947).
Nociones de salud pública (1969).
Pasado, presente y futuro de la salud pública (1969).
Visión del mundo (1970).
Manual de poliatría: El proceso de los problemas colombianos (1971).
Cartas desde Asia (1973).
Caracterización del desarrollo científico en Colombia y su relación con la Salud Pública (1986).
Relaciones profesores-estudiantes en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia (1986).
Un programa de salud para Colombia (1986).
Teoría práctica de la salud pública (1987).
Currículo vitae: Héctor Abad Gómez (1987).
Manual de tolerancia (1988)

ARCHIVOS PERSONALES COLECCIÓN PATRIMONIAL
Los archivos personales corresponden a importantes personajes de la historia regional y nacional, que hicieron valiosos aportes al desarrollo social, económico, político y cultural de la sociedad colombiana.
Su importancia como fuente primaria radica en el contenido y variedad de su soporte documental, ellos son piezas únicas en el registro de la información. Es así como el archivo del doctor Héctor Abad Gómez encontramos: cartas, escritos, proyectos, recortes de prensa, plegables, boletines, con información que va desde 1940 hasta 1987.
Se encuentran ubicados en la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, bloque 8, cuarto piso, hace parte de la Colección Patrimonio Documental.
Horario de atención lunes a viernes de 7 am a 8:45 pm, sábados de 8 am a 4 pm y domingos de 9 am a 1 pm.

ARCHIVO PERSONAL HECTOR ABAD GÓMEZ

Este Archivo fue donado el 17 de diciembre de 2004 por su esposa e hijos, como representante en esta donación y quien firmo fue su hijo Héctor Abad Faciolince Dentro de este archivo encontramos las series documentales:
Correspondencia enviada y recibida que va de 1946-1987
• Escritos de este personaje 1941-1987
• Hojas de vida 1954-1986
• Diplomas y menciones 1947-1983
• Facultad de Medicina 1944-1987
• Facultad Nacional Salud Publica 1-62-1987
• Universidad de Antioquia 1966-1985 (En esta serie se encuentra la correspondencia enviada y recibida, circulares, boletines y proyectos con dicha entidad)
• Asociaciones 1951-1987 (información con otras asociaciones relacionadas con el tema de salud publica)
• Organización Mundial de la salud 1957-1959
• Futuro para la niñez 1961-1987
• Partido liberal 1959-1987
• Programa radial Pensando en voz Alta 1983-1987
• Comité Nacional Permanente de Defensa de Derechos Humanos – Seccional Antioquia
• Proyecto Abad (publicación del libro sobre la vida y obra Héctor Abad Gómez
• Boletines, folletos, plegables y revistas 1966-1986
• Recortes de prensa 1963-1989

SERVICIOS EN LA SALA PATRIMONIAL

• Consulta interna de los documentos
• Consulta en línea de los catálogos en la base de datos del Sistema de Bibliotecas (esta en proceso su ingreso al sistema de consulta de la biblioteca.
• Consulta de inventarios e índices impresos en la sala de consulta
• Visitas guiadas a los archivos, previa cita.

REQUISITOS PARA LA CONSULTA

• Presentar documento de identidad actualizado, diferente a la cédula de ciudadanía, tarjeta de identidad o libreta militar.
• Acatar el reglamento interno de las Colecciones Patrimoniales.

También les envío una semblanza hecha por el Dr. Carlos Gaviria Dìaz que puede bajarse de http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=98384

Espero que esta información les sirva por el momento,

Saludos
María Victoria Alvarez R
Bibliotecóloga
Facultad Nacional de Salud Pública
Universidad de Antioquia
Medellín, Colombia
Teléfono 2106870

SANGRE DE ESPERANZA

Sangre de esperanza
In memoriam Héctor Abad Gómez*


Texto escrito por la profesora María Esperanza Echeverry López con motivo de la conmemoración del decimoquinto aniversario del asesinato del doctor Héctor Abad Gómez.

La memoria histórica hace la identidad de los pueblos, y es lógico recurrir al pasado para ponerlo al servicio del presente. Lo cual no significa que todos los usos del pasado sean lícito; éste se lee en su ejemplaridad, y la lección que extraemos debe ser legítima en sí misma no por provenir de un recuerdo que nos es querido o porque favorece determinados intereses, sino porque sirve a u na causa justa. Tzvetan Todorov

Hoy quisiera hacer alusión al legado del pensamiento en salud pública de Héctor Abad Gómez con un doble propósito: por una parte, un homenaje sencillo, más emotivo que académico, para un hombre que hizo de su vida una militancia sin tregua por la salud para todos, pero especialmente para los desposeídos; y por otra, como una experiencia compartida con el grupo de estudiantes gestores de esta iniciativa.

De una obra tan vasta y de una experiencia vital tan rica y compleja, y de la cual apenas tengo un conocimiento incipiente, destaco tres elementos: la vigencia de su pensamiento en salud pública, la tolerancia y la dimensión política de la salud pública.

1. Pensamiento en salud pública

Para Héctor Abad la salud pública era un componente imprescindible del bienestar, por eso su ejercicio pedagógico y su acción pública —consignados en numerosos escritos, en textos como el de Teoría y práctica de la salud pública, y en sus columnas de opinión en periódicos y revistas— se orientaron a difundir en sus estudiantes y a denunciar ante la opinión pública esa comprensión socio-política de las realidades sanitarias, que hiciera visible la relación entre las desigualdades sociales y las inequidades en salud. Esto implicaba trascender las concepciones técnicas para vivir y enseñar la salud pública como “una ética social”, un espacio de lucha por calidad y condiciones de vida dignas para todos, pero en especial para los más desfavorecidos.

Encuentro en este pensamiento varios elementos que mantienen su vigencia. En primer
lugar, la opción por una salud pública que no es neutral, es decir, que hace todo lo que hoy la mayoría de los ciudadanos, nuestra facultad y buena parte de las instituciones del Estado hemos dejado de lado: toma partido por los desposeídos, se opone, denuncia y crea opinión pública en torno a las desigualdades socio-sanitarias moralmente inaceptables, e interpela y cuestiona las políticas estatales que favorecen solo los intereses de unos pocos privilegiados.

En segundo lugar, la constatación de que es posible pasar de la teoría a la acción, o más bien, a la praxis, o sea a una práctica en construcción, susceptible de ser transformada por la reflexión, y hacer de la pedagogía en salud pública una de las vías para desplegar ese proyecto de vida. Sin duda, la fundación de la Escuela Nacional de Salud Pública, el trabajo en el departamento de medicina preventiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, la fundación y participación en varios periódicos universitarios y la puesta en práctica de iniciativas visionarias como las promotoras rurales de salud y la lucha por la
salud desde los derechos humanos, dan cuenta de esa praxis no exenta de vicisitudes y de proyectos inconclusos, pero que nos deja como lección la posibilidad de enseñar con el ejemplo.

En tercer lugar, la reivindicación del humanismo, a la par con la ciencia, la técnica y la eficiencia, y no como noción residual o complementaria de la salud pública, actualiza la indagación por el tipo de salubrista que hoy queremos formar y que nuestros estudiantes aspiran a ser, precisamente ahora cuando el mercado y la rentabilidad económica desplazan a la solidaridad, la equidad y la universalidad como principios rectores de lo público y de la planificación y prestación de servicios de salud; mientras la enseñanza y la práctica de la salud pública, en el mejor de los casos, se silencian o se adaptan rápidamente a la nueva racionalidad económica.

El pasado se lee en su ejemplaridad y la memoria histórica puede ayudar a esa construcción siempre problemática de la identidad. El sentido de permanencia del pensamiento en salud pública de Héctor Abad Gómez radica en que supo trascender de lo particular a lo universal: al principio de justicia, a la dimensión ética, a la praxis, trazando un horizonte posible, ético y político para la salud pública. Y es desde ese sentido universalista en que cabe la pregunta por el proyecto de facultad que tenemos y el que queremos construir.

¿Cuál es hoy nuestra identidad?

Los escenarios socio-políticos y económicos nacionales y mundiales han cambiado.
Colombia hoy ha retrocedido una década en desarrollo social. En salud, con un gasto
proporcionalmente más alto, cerca del 50% de la población no está cubierta por un seguro de salud, las antiguas inequidades socio-sanitarias se han multiplicado, resurgen las epidemias y enfermedades ya controladas, y rápidamente se pierden las fortalezas en gestión pública sanitaria que el país tardó décadas en construir.
Si bien esta realidad también está hecha de una deuda social acumulada que rebasa el
ámbito de la salud, cabe otra pregunta: ¿cuál es nuestra responsabilidad como facultad y como salubristas en la producción y el mantenimiento de nuestra actual realidad en salud? ¿Queremos cambiar esa realidad? ¿Cómo y hacia dónde? Creo que volver a Héctor Abad y releerlo aportaría algunas claves —necesarias más no suficientes— para responder serena, honesta y públicamente a estos interrogantes y para, eventualmente, guiar el cambio.

2. La tolerancia

Se entiende como el reconocimiento de la alteridad, la convivencia en medio de la
diversidad y el ejercicio de la pluralidad. Tal vez “el mesoísmo”, acuñado y suscrito por el doctor Abad, pretendía expresar esa posición filosófica y esa actitud política en la cual decididamente se toma partido, pero con igual firmeza rechazaba el fanatismo de las posturas extremas, cualquiera que fuere su fundamento ideológico, académico ó político, rescatando la complejidad del conocimiento y de la naturaleza humana y la diversidad y riqueza de la vida social y de la acción política civilista.

Quizás ésta interpretación mía sea imprecisa. En mis lecturas incompletas y aún
preliminares de la obra de Héctor Abad no encontré muy elaborado ese concepto, pero en todo caso, esa visión de la tolerancia otorga el derecho a ser y a pensar diferente, a validar otra posición, cual es la de tomar distancia de los extremos, jugándose al mismo tiempo las apuestas vitales.

En esa perspectiva encuentro claves para transitar un camino del que aún nos falta mucho, cual es el de hacer del conocimiento, de la academia y de la práctica pedagógica en salud pública un territorio tan diverso como la vida misma: recuperar la esencia libertaria y universalista de la Universidad, la posibilidad de disentir y el derecho al ejercicio de la oposición como reales garantía de democracia. Sin tolerancia no podemos autoafirmarnos, ni dirigir la docencia hacia la formación de salubristas autónomos, con criterio propio y con sentido de ciudadanía.

3. La dimensión política de la salud pública

Hannah Arendt retoma y actualiza el significado de la política para los griegos: lo político es por excelencia público, pertenece al mundo de la polis, de los asuntos que —a diferencia del oikos, de lo privado— interesan a todos; por eso lo público debe ser transparente, porque es lo que se hace de cara a los otros. Es ese espacio real y simbólico donde se construye el interés colectivo, la arena donde se juegan los poderes y contrapoderes, donde los conflictos y la oposición no violenta son legítimos, necesarios y visibles.

A esa perspectiva política de la salud pública le apostaron la vida y obra de Héctor Abad, la denuncia y la lucha contra las inequidades sociales y en salud son una constante en sus escritos y en su propia experiencia vital. Buscando transformarlas incursionó en la administración pública y aspiró a la Alcaldía de Medellín. Con sus asesorías a organismos sanitarios nacionales e internacionales, quiso incidir en el contenido y alcance de las políticas públicas, sociales y de salud. Creía en lo que hizo de su vida: en la salud pública como un saber y una práctica esencial y primordialmente políticos, cuyo objetivo fuera “la
utopía posible” de una población sana, horizonte que supera el ámbito estrecho de las instituciones y de la organización sectorial de salud. No en vano su vida fue segada al frente del Comité de Derechos Humanos de Antioquia.
Esta apuesta por lo político nos sitúa hoy de frente a las opciones que nos queremos jugar como facultad y como salubristas en el espacio de lo público, en que cualquiera que sea la verdad, hay que decirla. Una práctica consecuente implicaría en primera instancia, reconocer y contarles sistemáticamente a los estudiantes, a los profesores, al gobierno —no importa que ya lo sepa—, a las organizaciones sociales y a la opinión pública, que hoy Colombia es un país con más de 60% de la población por debajo de la línea de pobreza y con 20% en condición de miseria, que 60% de la población económicamente activa trabaja en el mercado informal, que los organismos nacionales e internacionales en salud se acomodaron rápida y acríticamente a la rentabilidad económica como principio rector de su
quehacer, que hoy la equidad y la democracia son discursos —que no prácticas—
maniqueos y vacíos de contenido, y que hoy la salud pública guarda imprudente y
vergonzoso silencio mientras se cierran los hospitales públicos —los únicos a los cuales podían asistir los pobres— y se profundizan como una gigantesca afrenta moral las inequidades en la situación de salud y en el acceso a los servicios de salud.

La formación de una conciencia crítica en la sociedad, de estudiantes sensibles al
sufrimiento y a la injusticia (generados en buena medida por los propios estados y
gobiernos) y de una ética ciudadana —ethos civil— responsable y propositiva es tarea
indelegable y permanente —aunque no exclusiva— de la Universidad. Tal vez ese sería un principio para recuperar, como dice Boaventura de Souza Santos, la capacidad y el derecho a la indignación —incipiente pero valioso germen de ciudadanía—, la misma indignación que se advierte en muchos escritos de Héctor Abad, con la esperanza de convertirla algún día en acción política.

Por eso los estudiantes y profesores sensibles que vibran con la salud pública no pueden renunciar a la política, en el sentido más amplio y humanista de la palabra. Carlos Gaviria Díaz —a propósito, amigo y compañero de Abad Gómez en la lucha por los derechos humanos— decía en una entrevista reciente que la política no es secundaria porque allí también se juega el sentido vital de lo personal. Y esta inquietud movilizadora que ha llevado a los estudiantes a gestar este acto in memoriam de Héctor Abad, hay que cuidarla con fe, con tesón, con la fuerza y la pasión de la juventud, como se cuida un brote frágil que retoña, para dar flor y fruto: “corazón de estudiante / hay que cuidar de la vida / hay que cuidar de ése brote, para salvar a los dos: flor y fruto”.* * Fragmento de la canción Corazón de estudiante de la música popular brasileña, compuesta por Milton Nascimento.


La convicción y la acción políticas también están hechas de persistencia, más aún cuando se escoge tomar distancia frente al poder establecido. Héctor Abad, un hombre de rupturas, planteaba, —paradójicamente, con talante conservador—, “trabajar dentro del sistema”, “no dedicarnos a cambiar la organización social”. Podemos o no compartir este punto de vista, pero él siempre persistió, y más allá de las dificultades, de las incomprensiones, de los fracasos, de la intolerancia y de sus propios proyectos inconclusos, estuvo su vocación vital por la salud pública. “Cuántas veces su retoño fue arrancado del camino, cuántas veces
su destino fue torcido hasta el dolor, mas volvió con su esperanza, con su aurora cada día.”*

Tal vez la pasión por la salud pública no pueda enseñarse, pero sí el legado de una vida: el mejor homenaje a Héctor Abad sería el de trascender el discurso y la exaltación y llenar de contenido la enseñanza y la práctica de la salud pública. Como un paso en esa dirección, le propongo a la Facultad y a la Universidad, generar e impulsar una cátedra sobre el pensamiento de este prohombre de la salud pública.

Medellín, 22 de agosto de 2002

Corazón de estudiante
Canción Brasileña, Milton Nascimento y Warner Tiso)


Quiero hablarles de una cosa,
como sangre de esperanza,
que respira en nuestro pecho,
y se mece como el mar:
duerme siempre a nuestro lado,
acaricia nuestras manos,
es pasión de libertades,
y joven como este amor.
¿Cuántas veces su retoño
fue arrancado del camino?
¿Cuántas veces su destino
fue torcido hasta el dolor?
Mas volvió con su esperanza,
con su aurora cada día,
y hay que cuidar de ese brote, ¡oh!,
para salvar a los dos: flor y fruto.
Corazón de estudiante,
hay que cuidar de la vida,
hay que cuidar de este mundo,
y comprender a los amigos.
La alegría y muchos sueños
que iluminan los caminos,
verdes, planta y sentimiento,
hojas, corazón, juventud y fe.

1 Publicado en la Rev. Fac. Nac. Salud Pública 2002; 20(2): 137-141
* Ibid.

SOBRE HECTOR ABAD GOMEZ

Revista Universidad de Antioquia, (Medellín-Colombia) 262 (Oct.-Dec 2000): 105-110.

AUTOR: ENRIQUE YEPES

Nuestro país ha estado fuera de sí durante décadas, en el desbordado asesinato entre sus ciudadanos. Quizás desde la exterioridad crítica con que se construye el sujeto que enuncia el Manual de tolerancia (Medellín: Universidad de Antioquia, 1990) de Héctor Abad Gómez, puedan proponerse actitudes alternativas y vías de esperanza. Pero antes de iniciar el análisis del texto, quisiera empezar citando dos pasajes que ayuden a reconstruir en la memoria la figura del fundador de la Facultad Nacional de Salud Pú-blica, dependencia de la Universidad de Antioquia que hoy lleva su nombre. La primera es la escueta noticia aparecida en la sección de "Generales" del diario El Colombiano, el 26 de agosto de 1987, acompañada de anuncios sobre venta de propiedad raíz, sobre cómo adelgazar y sobre la transmisión en directo de la copa de fútbol "Libertadores de América":

A eso de las cinco y media de la tarde de ayer, diez horas después de haber sido asesinado el presidente de la Asociación de Institutores de Antioquia, Luis Felipe Vélez Herrera, en el mismo sitio, fueron muertos a tiros de metralleta los médicos Héctor Abad Gómez, presidente del Comité de los Derechos Humanos y precandidato liberal a la alcaldía de Medellín, y Leonardo Betancur Taborda, profesor de la facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia (11A).

Más de una década después todavía nos desconciertan estos asesinatos, que convocaron multitudes indignadas y solidarias para acompañar las exequias. Mas también es de destacar el valor de síntesis vital que adquieren las circunstancias de la muerte de Abad Gómez. Tiene lugar en la sede de una asociación de educadores, digno escenario para un hombre que debatió copiosamente el sentido y valor político de lo que él llamaba "una educación libre" como antídoto de la violencia y la miseria, un hombre que dedicó sus últimos lustros a la labor docente y que instaba a sus alumnos con el saludo: "¿Qué ha pensado usted hoy?" (Manual 134). Además, enfrenta la muerte junto a otro profesor y activista, como testimonio de su disposición al trabajo en equipo y a la acción colectiva.

La segunda cita proviene de los "Apuntes para una biografía" que publicó su hijo y escritor Héctor Abad Faciolince en el Magazín Dominical del 29 de noviembre de 1987, que el diario El Espectador dedicó a la memoria de Abad Gómez, sumándose a la serie de homenajes que siguieron a su muerte. He aquí la cita:

Aunque nunca llegó a tener más de sesenta y cinco, cuando le preguntaban por su edad, Héctor Abad acostumbraba a responder que ya estaba llegando a los doscientos años. Explicaba que había nacido en un pueblo remoto, Jericó [Antioquia], según el calendario en 1921, pero sólo a principios del siglo XIX según la situación histórica y cultural de su pueblo (15).

Con la sencillez de esta imagen cronológica, Abad da cuenta de su participación en lo que Néstor García Canclini llama la "heterogeneidad multitemporal" de América Latina (Culturas híbridas. México: Grijalbo, 1990: 15). Es esa superposición de modelos económicos y culturales que otras regiones del mundo identifican como periodos sucesivos y que en nuestros países se experimentan como simultáneos. Por ejemplo, coches tirados por caballos cuyo cohero tiene teléfono celular. Tenemos zonas en donde la vida se parece más a las del siglo XVIII europeo que a la del siglo XXI medellinense. Y es quizás en dicha confrontación entre modelos en conflicto donde se encuentra una de las fuentes de la violencia y del prurito represivo que nos azotan.

El objeto del presente artículo es naturalmente más modesto que la sustentación de la anterior hipótesis. Lo que aquí se propone es un esbozo de cómo se construye el Yo a lo largo del libro Manual de tolerancia, colección póstuma de ensayos que Abad Gómez dejó entre sus papeles cronológicamente dispuestos en una suerte de diario, y que reiteran las obsesiones del autor. Más que defender o discutir su contenido, se analizan aquí algunos de los procedimientos mediante los que se despliega una subjetividad afecta a la incertidumbre, que acoge y trasciende el proyecto de la Modernidad, en el esfuerzo por imaginar una identidad colombiana pluralista y en permanente autocrítica. Se trata de un Yo cuya filiación nacional, ideológica, cultural, simbólica, está continuamente desplazada. En un proceso autorreflexivo que contempla el acontecer colombiano desde una exterioridad crítica, este Yo cuestiona la institución de las grandes personalidades en favor de la pequeña historia.

Compilado por Abad Faciolince, el libro se organiza en cuarenta y nueve secciones de extensión irregular -desde un párrafo hasta cuatro o cinco páginas-, sin otro título que el número romano que las identifica. Los temas son los mismos que habían aparecido en su libro "Una visión del mundo" (Bogotá: Tercer Mundo, 1971): las bases de una convivencia sensata, la educación, el presente y futuro de Latinoamérica, las religiones, el fanatismo, la nueva ética y la flexibilidad ideológica. En cuanto espacio textual, recorrer el Manual de tolerancia tiene un efecto similar al de los espacios que se han dado en llamar posmodernos. Así los describe por ejemplo Beatriz Sarlo en Argentina, como construcciones en las que es difícil perderse porque carecen de un centro: "no están hechos para encontrar un punto y, en consecuencia, en su espacio sin jerarquías, también es difícil saber si uno está perdido" (Escenas de la vida posmoderna. Buenos Aires: Ariel, 1994: 16). Como el Tao Te King, es un libro que propicia el deambular, que puede abrirse en cualquier página y leerse por unos minutos sin necesidad de seguir una secuencia ordenada. Más que ahondar sobre los conceptos, ofrece perspectivas y puntos de partida, apostando por la movilidad y por la sugerencia. En este sentido, la ordenación misma del libro propicia la fluidez ideológica que defiende su contenido: "una verdad con minúscula, contemporánea, práctica, que aspira a servir para esta época y en estas circunstancias a los colombianos de hoy, y que no aspira a ser, de ninguna manera, ni otro dogma ni siquiera otra doctrina" (19).

¿Qué pasa entonces con el Yo que enuncia estas verdades con minúscula y que diseña este texto descentrado, abierto a la lectura casual? ¿Qué pasa con un Yo que detenta la autoridad de la palabra para decir: "no sé, no estoy seguro"? Esta colección de ensayos escenifica una estructura psíquica fundada en la tolerancia de los propios límites, que diverge del Yo ilustrado occidental, el cual podría caracterizarse como el gran conquistador, el paranoico de la coherencia, el jinete del poder -como lo ha mostrado el filósofo francés Michel Foucault en sus arqueologías del saber, de la sexualidad, de la disciplina-. Es el Yo imponente que algunas escuelas psicoanalíticas han leído en las Nuevas conferencias introductorias de Freud a partir de la máxima famosa: "Wo Es war, soll Ich werden", "Donde Ello fue, Yo he de advenir" (1932. New Introductory Lectures on Psycho-Analysis. The Stan-dard Edition. Vol. 32. Ed. y Trans. James Strachey. London: Hogarth, 1964, p. 80). Este Yo coloniza su propio inconsciente indómito (el Ello) y lo somete a su control consciente, sirviéndose del lenguaje para garantizar la comunicación transparente, el imperio de su raciocinio. El Yo iluminista se define como centro, fija sus metas, y traza sus rutas con la ingeniería de la precisión.

En el Manual de tolerancia, el Yo hablante es levemente distinto. Esta levedad adelanta una ruptura radical con el Yo imperial. Tan radical, que no se percibe como contestación diametralmente opuesta a esa primera persona absolutista. Oponerse a ella de modo irrestricto sería repetir su modus operandi: es precisamente la producción de un adversario lo que da consistencia a este Yo dominador que se ha ideado e idealizado en Occidente, al menos durante los últimos seiscientos años. El sujeto que emerge del Manual de tolerancia, en cambio, abraza a este Yo, marcando sus límites dentro del espacio que se cierra entre los brazos. Al señalar sus límites, no sólo diluye sus pretensiones dictatoriales, sino que reconoce sus posibilidades como un elemento inserto en una estructura psíquica más abierta. Desarma sus pretensiones exclusivas con la humildad de su inclusión en un horizonte de incertidumbres y en una trama de diversidades. El ejercicio vital y discursivo de este sujeto coincide con la reformulación que hace el sociólogo, psicoanalista y filósofo Cornelius Castoriadis del apotegma freudiano antes aludido: "Wo Ich bin, soll auch Es auftauchen", "Donde Yo soy, también Ello ha de emerger" (L'Institution Imaginaire de la societé. Paris: Seuil, 1975, p. 143). Es decir, el inconsciente existe precisamente porque se ha constituido un Yo consciente que lo excluye. Reconocerlo y concederle el derecho a existir y a expresarse como parte de lo que soy, aunque no pertenezca a mi Yo sino a "lo otro en mí", sugiere un sentido distinto para la práctica de una autonomía ya no imperiosamente controladora, sino decidida en su actitud de escucha y negociación. La adición del adverbio "también", indica la posibilidad de convivencia simultánea entre estructuras disímiles. Es la actitud inclusiva y tolerante que transparenta el libro de Abad Gómez en enunciados como el siguiente: "según las circunstancias, la derecha, el centro o la izquierda pueden tener razón o estar equivocados" (130). O también cuando el hablante describe con riqueza metafórica su geografía interior: "Mis sentimientos están como mi corazón, a la izquierda; mi razón como mi cerebro, al centro; mis odios y resentimientos en mi pequeña vesícula biliar, a la derecha" (59). La alusión a los partidos políticos es clara, encarnada en el cuerpo como bien puede imaginarse de un hablante formado en medicina.

Pero vayamos por partes, para evitar conclusiones apresuradas. De la cita anterior podría llegarse a pensar que se propone aquí un sujeto carente de convicciones. Nada más lejano a un autor que dio la vida por defender sus principios. Nada más lejano también a una voz ensayística que declara: "Si toleramos todo, no podemos ser consistentes en nada y no habría forma de conservar una personalidad o una sociedad sin tener convicciones firmes sobre algunas cosas. Pero una cosa es la firmeza ideológica y otra cosa el fanatismo. Así como una cosa es tolerancia y otra amorfismo ideológico, desintegrador de individuos y sociedades" (22-23). Esta precisión es aún más pertinente en las últimas décadas, cuando el imperio del mercado seduce a la llamada generación equis con la excusa de la globalización para ofrecer en cambio la homogeneidad del consumo y la perpetuidad de las desigualdades económicas y de los privilegios minoritarios. La firmeza de criterio es tanto más urgente en una era que comercia con la información y bombardea visiones del mundo a través de los medios masivos. En este escenario propone Abad Gómez la socrática sabiduría de "tratar de cono-cernos a nosotros mismos y a los demás" (76).

¿Cómo se despliega, pues, este Yo deliberadamente contaminado de lo otro? Ante todo, comienza por establecer alianzas, por identificarse dentro de un terreno grupal fundado en el diálogo y en la concepción de poder con y no sobre otros. Los primeros párrafos del Manual de tolerancia delimitan su público: "Los que vayan a leer éste y los capítulos que siguen serán probablemente hombres y mujeres de buena voluntad que quieren conocer las ideas de otro ser humano como ellos" (15). La alusión al Nuevo Testamento, a la navideña y proverbial "Paz a los hombres de buena voluntad" (Lucas 2:14), establece una complicidad con las mayorías de formación cristiana en Colombia. La estrategia se hace más explícita en páginas ulteriores: "Así puedo, serenamente, decirle a nuestro pueblo que no necesita abjurar de sus tradiciones y religión para reclamar con vigor la justicia que por tanto tiempo le ha sido negada" (44). Se adivina aquí la adopción de una pose profética, que en otro momento emula el estilo de Martin Luther King en el célebre discurso "Yo sueño": "Sueño con un Medellín con su aire y su río nuevamente limpios. Sueño con una Colombia en donde todos sus niños puedan jugar, reír y cantar, en donde toda su juventud pueda amar. Sueño con una Colombia en donde todos los viejos podamos soñar" (100). Es la estrategia de quien se apodera de la palabra para proponer un mode-lo social deseable, el ejercicio de la política como plataforma para influir sobre el imaginario colectivo y el ideal comunitario.

Mas esta voz profética, que tradicionalmente se pondría por encima de las masas para guiarlas, se esmera aquí en resaltar sus propios límites. Se declara, como se mostró anteriormente, al mismo nivel de aquéllos a quienes se dirige. Enmienda la fórmula bíblica para incluir a hombres y mujeres, en un gesto contemporáneo de lenguaje autoconsciente ("hombres y mujeres de buena voluntad"). Insiste, desde el primer párrafo, en el sano derecho a disentir: "concedo a todos aquellos que estén en desacuerdo básico con las ideas que voy a exponer, la mejores intenciones" (15). Destaca además "el valor de admitir que no se sabe, que se duda, que no se está seguro" (102). No vacila en reconocer sus yerros: "Lo que deberíamos hacer los que fuimos alguna vez maestros sin antes ser sabios, es pedirles humildemente perdón a nuestros discípulos por el mal que les hicimos" (51). En ejercer la autocrítica: "Mi diletantismo quedará revelado en esta compilación desordenada y casi que caótica" (134). En confesar sus deficiencias: "Sé muy poco de las culturas indígenas" (88). Y, sobre todo, respeta la diversidad y asume una complicidad benevolente con cualquier otro ser humano: "Creo que nos podremos poner de acuerdo en lo siguiente: toda persona, por uno u otro camino, lo que consciente o inconscientemente está buscando es su propia felicidad" (79). Se trata, pues, de un Yo que ensaya diversas poses y subraya sus propios límites. Por esta razón, su capacidad de acción autónoma se relativiza a la vez que gana po-tencia. Se relativiza, por saber que su identidad es un cruce sucedáneo de discursos y perspectivas. Gana en potencia, porque explora su campo de acción, negocia alianzas, moviliza recursos y se renueva en el cambio.

Explícitamente nombrado y racionalmente repudiado, el gran adversario de este Yo es el fanatismo, al que vuelve con frecuencia como un fantasma por diluir de la propia conciencia. Vinculado a la violencia asesina, al deporte como opio que adormece las aspiraciones de cambio, al dogmatismo político y religioso, el emocional fanatismo, aunque se le concede el crédito de actuar con las mejores intenciones (16), es criticado en nombre del "progreso y [de] un modo de ser racional de los pueblos" (86). Quizás una de sus críticas más enérgicas es la que asocia nuestro sentido de nacionalidad con el fanatismo:

Algunas organizaciones, sectas, comunidades, religiones, y algunos partidos políticos y aun naciones enteras, se encierran en su propia "verdad" y no admiten nada que venga de fuera. Una de estas naciones es Colombia, uno de estos partidos es el comunista, una de estas religiones es la católica. Con pequeñas grietas, llamadas a desmontar inexorablemente estas posiciones totalitarias, estamos asistiendo a la lucha de instituciones que se resisten al cambio, que llevan en su mismo seno las contradicciones que harán o que se modifiquen o que perezcan (17).

Así, el Yo se despoja de su tono cómplice y pone entre paréntesis su humildad franciscana o budista para lacerar con tono airado la resistencia al cambio, poner el dedo donde más duele, y pronosticar con el destino de las potestades totalitarias. Si frente al imperio de la verdad científica se defendía el derecho a la disensión y a la defensa de las tradiciones, frente a la cerrazón dogmática se insiste en la apertura moderna, en el progreso y la racionalidad. El resultado es la puesta en escena de un Yo móvil, maleable, atento a sus "pequeñas grietas" para desmontar su propio absolutismo. Un Yo que hace de sus contradicciones más una oportunidad que un obstáculo, y que no teme delatar sus aspiraciones de poder, entendido éste como servicio y como discernimiento en compañía de otros sujetos pensantes.

Y es que, al mismo tiempo, esta voz no pierde oportunidad para avalarse, no sólo en sus alianzas, sino en la adopción de lenguajes que gozan de autoridad o prestigio. La simbología médica, por ejemplo, aparece para identificar al hablante como alguien que sabe aprovechar el crédito que tiene el discurso clínico en la vida moderna. Esta prosa exhorta a la inmunización contra el fanatismo (109), y a la higiene mental. Declara también que "tratar de acabar la violencia con otra violencia es como pretender curar una enfermedad con otra enfermedad" (68). Este universo metafórico, aunque cada vez más riesgoso en una época que cuestiona con ansiedad creciente las prácticas médicas, tiene la ventaja de evocar el equilibrio entre balance natural y saber civilizado con que hoy se reviste el interés general por la salud.

También se convalida el derecho a la palabra con diversidad de referencias, desde Lao-Tsé hasta Freud, desde Aristóteles hasta el presidente Barco, desde Fernando González y Rodrigo Arenas Betancur hasta Walt Whitman, Bertolt Brecht y Mocedades. Esas citas no exhiben erudición sino búsqueda y apertura. Es una forma de autor-izarse sin arribismos para hallar certezas simples y debates elementales como los ya enunciados en torno al respeto, la tolerancia, el derecho a la vida.

Profeta, médico, educador, político, buscador, racionalista, amante, sabio, orientalista, viajero, este hablante se identifica sobre todo, y con intrigante orgullo, con su medianía e incluso con su mediocridad: "Si a todos nos hubieran enseñado que la gran mayoría somos inevitablemente mediocres, la vida de los seres humanos sería más apacible y feliz" (27). Y más adelante desarrolla en varias páginas la necesidad de hacer el elogio "de los seres comunes y corrientes" (111), que "no serán ni los grandes científicos, ni los grandes artistas, ni los grandes políticos, héroes o santos. ¡Pero qué importa! Lo que serán realmente éstos que constituyen la medianía dorada será, sin que ellos lo sepan, los grandes sabios, [...] en el "áurea mediocritas" de que hablaba Virgilio" (111-12).

Esta peculiar alabanza de la medianía convive con la admiración por la genialidad y el deseo de cambio, así como con la proverbial fe en la perfectibilidad del ser humano y de su organización colectiva. Elogiar a la perso-na común y avalarse como tal implica potenciar la acción de cualquiera, para que se actúe aunque no se lleven a cabo grandes obras, se piense aunque no se introduzcan grandes ideas, se tome la palabra aunque no se produzcan grandes discursos. Significa, en el contexto colombiano, estimular la intervención histórica de las mayorías de buena voluntad, intimidadas por la destacada intervención de los violentos y de los represores. Constituye un gesto de admiración por la sensatez en medio del escándalo criminal que acapara la atención pública. Y es apoderarse desde esa medianía para salir a denunciar, para buscar a los desaparecidos, para defender el derecho a vivir como persona común y corriente, incierta, creadora del cambio y defensora de la permanencia. Esa persona común que, después de todo, no existe sino en la innúmera diversidad que reclama la urgencia del diálogo.

El Manual de tolerancia no es una gran obra genial. No presenta ni un cuerpo ideológico impecable, ni una fuerza poética conmovedora, ni una coherencia irrebatible. En cambio, ejerce el poder de la microestrategia, de esas "pequeñas grietas llamadas a desmontar inexorablemente las posiciones totalitarias", y pone en escena una subjetividad fundada en la escucha y en la capacidad de ceder, de negociar, de mediar, de desplegar una firmeza flexible. Es una subjetividad dislocada, difícil de localizar, que sabe doblarse y salir airosa tras escurrirse por entre las hendeduras del lenguaje y del pensamiento comunes, de lo que Julio Cortázar llamaba "la Gran Costumbre". Esta subjetividad se sirve del proyecto moderno de autonomía sin empantanarse en los privilegios y exclusiones que tal proyecto estatuye. Su autonomía es un continuo proceso de búsqueda y autocrítica, como la que plantea Castoriadis, consciente de que lo social, en cuanto producto de la imaginación colectiva, puede modificarse mediante la circulación de imágenes alternativas. Es, en suma, una subjetividad valerosa, humilde y futurista, que propone la entereza de abrazar y transformar a Colombia hacia adentro y desde fuera de sí misma, igual que el Yo se constituye desde fuera, desde su otredad interior. Mucho más de doscientos años tiene en su bagaje el Yo así desplegado, que se nutre de la tradición decimonónica, coquetea con el ideal del progreso, y se acoge al papel mediador que implica una era de globalización y de tolerancia todavía por construir.

Termino con un pasaje del Manual de tolerancia que no sólo refrenda el Yo que aquí se ha esbozado, siempre dispuesto a dejarse morir en el abrazo al cambio, sino que además neutraliza la potencia trágica que se creyó ejercer con su asesinato. Una de las razones por las que se asesina con tanta avidez es porque se piensa que la muerte elimina la disensión y constituye el mayor mal que se pueda brindar. Pero el pensamiento de Abad Gómez cobró fuerza con su asesinato, y la muerte no fue para él un castigo, como lo atestigua esta cita:

Decía Montaigne que la filosofía era útil porque enseñaba a morir. Para mí, que en este proceso de nacimiento-muerte que llamamos vida estoy más cercano a la última etapa que a la primera, el tema de la muerte se va haciendo cada vez más simple, más natural y aun diría que -no ya como tema sino como realidad- más deseable. Y no es porque esté desengañado de nada ni de nadie. Tal vez todo lo contrario. Porque creo que he vivido plenamente, intensamente, suficientemente (79).

jueves, 7 de junio de 2007

PRESENTE y FUTURO DE LA SALUD PUBLICA.

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
AREA SOCIAL, COMUNITARIA Y HUMANISTICA

CATEDRA SALUD PÚBLICA

PRESENTE Y FUTURO DE LA SALUD PÚBLICA. UNA MIRADA CRÍTICA DESDE LA MEDICINA SOCIAL

Esta ponencia retoma la hecha por el autor denominada El reto por desarrollar una salud pública en contraposición a una salud privada, presentada en el Panel “Futuro de la Salud Publica” en el marco de la XXI reunión de la Asociacion Latinoamericana de Escuelas de Salud Pública – ALAESP. Rio de Janeiro, agosto 20 de 2006.

Mauricio Torres Tovar
2 Médico, Salubrista Ocupacional. Coordinador General de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES) y miembro del Movimiento Nacional por la Salud y la Seguridad Social de Colombia. Correo: coordinadorgeneralalames@yahoo.es


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Si no pensamos el futuro solo sobreviviremos el presente
Cornelio Castoriadis

"(…) las contrahegemonías, capaces de desafiar efectivamente la hegemonía dominante, nacen de la realidad y de las vivencias cotidianas
Antonio Gramsci


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La reflexión sobre el presente y futuro de la salud pública viene siendo un tema reiterativo. Esto podría decirse que es sintomático: cuando uno se pregunta tan reiteradamente por su futuro, tiene que ver con una falta de claridad sobre su presente, asunto que ratifica lo que hemos reconocido claramente desde comienzos de la década del 90 en el sentido de que hay una crisis de la salud pública.

Ya en 1991 Carlyle Guerra en el marco de la reunión del grupo de consulta sobre desarrollo de la teoría y práctica de la salud pública en la región de las Américas en Nueva Orleáns planteaba al referirse a la situación de salud en la región: “…pienso que la explicación que cubre más el hecho de que los pobres o la población en general a través del dominio de alguna información, de cuya diseminación tampoco somos responsables, ha podido desarrollar estrategias de supervivencia que les ha permitido sobrevivir aún en condiciones de mayor dureza y de mayor marginalidad. Este hecho lo menciono para otra vez venir sobre uno de los puntos importantes del profundo cambio que es necesario introducir en las prácticas, y porque no decir en la teoría de la salud, que es la importancia de la participación, de la descentralización, de la democratización en la organización de las acciones sectoriales y más allá del sector. Es lógico que tenemos también que revisar los modelos de atención y las prácticas que conllevan, creo que hemos estado cambiando en el sentido de salir de la noción de salud identificada como actividad sectorial para crecientemente preocuparnos con la inter y la transectorialidad” . 3Guerra de Macedo, Carlyle (1991). Marco de referencia. Reunión del grupo de consulta sobre desarrollo de la teoría y práctica de la salud pública en la región de las Américas. Nueva Orleáns, octubre 21 al 24 de 2001.

Así mismo, el ejercicio propuesto por OPS a comienzos de los 90 y recogido en el texto de la crisis de la salud pública dejo expreso que la vieja salud pública anclada en rancias técnicas se sacudía ante el insulto de su ineficacia, ante el fracaso de su intervención, ante la desorganización de su desempaño, ante su falta de legitimación, pero que a la vez esta crisis abría las compuertas a unas nuevas posibilidades . 4OPS (1992). La crisis de la salud pública: reflexiones para el debate. Publicación científica No. 540. Washington D.C..

Y en 1993 en el marco de la reunión andina sobre salud publica se planteó claramente el hecho que la salud pública se encontraba en la encrucijada ya que la preocupación del Estado por la salud del público empezaba a desaparecer dejando apenas un espacio para la dadiva preventiva, como proponían algunos organismos financiadores en ese momento, a la vez que la acción curativa y rehabilitadora empezaban a ser atractivas mercancías para el sector privado. También se dijo allí que el neoliberalismo intentaba desaparecer nuestro objeto de investigación y de acción y que desapareciéramos los salubristas como posibles sujetos constructores de nuestra historia, en tanto estaba la opción de continuar existiendo en cuanto objetos sin historia y sin ética o de desaparecer como sujetos . 5Escuela de Salud Pública- OPS (1993). Salud Pública. Ciencia, política y acción. Memorias de la I reunión Andina sobre desarrollo de la teoría y la práctica en salud publica. Quito, septiembre de 1993.

Lo planteado en estas reuniones y publicaciones y ratificadas durante los años posteriores en otros encuentros (entre los que destacan las dos Conferencias Panamericanas de Educación en Salud Pública, en Río de Janeiro 1994 y México 1998) y otras ejercicios de reflexión entre los que se destaca el impulsado por OPS a comienzos de este milenio con la iniciativa de salud pública en las Américas, ratificaron la situación de crisis de la salud pública, sus problemas en los aspectos teórico-conceptuales, sus debilidades en la práctica para responder a las necesidades sanitarias de la población y la nueva situación en el marco de las reformas de salud que claramente debilitaron la labor del Estado y de la mano, profundizaron la crisis de la acción de la salud pública.

Pasados 6 años del nuevo milenio podríamos a atrevernos a decir que esta situación no se resuelve a pesar de los esfuerzos de múltiples actores y de las oportunidades que se han tratado de ver en medio de la crisis. Por esto podríamos decir que la situación para la salud pública es dramática por que no hemos podido superar los problemas epistemológicos, ni dar un salto en las prácticas que permitan dar respuestas eficientes a los problemas y necesidades sanitarias de los públicos, a lo que se adiciona la amenaza de las políticas hegemónicas globales que han venido debilitando al Estado y su acción sobre los pueblos, en donde la salud publica ha perdido un enorme terreno.

En medio de este panorama por supuesto que hablar del futuro de la salud pública se hace bastante difícil, cuando el presente es tan frágil. En una suerte de exegeta diría, como ya muchos otros lo han dicho de tiempo atrás, que de no cambiar las bases epistemológicas de la salud pública que lleven a una renovación teórico-metodológica y de la praxis, sumado a una renovación del Estado y tal vez lo más importante a una renovación de la acción de la sociedad organizada en sus comunidades, el futuro de la salud publica será, como antinomia, la salud privada, es decir la responsabilidad de la salud del publico será un asunto individual, privado y de mercado, en donde el tema de las externalidades será abordado por el Estado descentralizado pero sobre un campo muy reducido de acciones (seguramente la vacunación, el control de algunas epidemias y la salubridad).

Ayudado por las voces y opiniones del campo de la medicina social, voy a mirar inicialmente y de manera muy rápida asuntos de la historia de la salud pública para intentar ver los orígenes epistemológicos de este campo de conocimiento; en segundo lugar ver los retos actuales de la salud pública; y en tercer lugar plantear algunos posibles caminos para salir de la crisis y poder vislumbrar un futuro de la salud publica diferente al que he mencionado.

MARCO HISTÓRICO DE REFERENCIA: ATREVERNOS A NAVEGAR OTROS RUMBOS

Para mirar el futuro necesariamente debemos ver el pasado y en este caso nos interesa ver el pasado para reconocer las bases sobre las cuales se origino y se desarrollo el modelo de salud pública.

El paradigma dominante desde la antigua Grecia es el paradigma higienista relacionado con los humores y los miasmas. La idea del aire contaminado hunde sus raíces en la Antigüedad Clásica, el texto “sobre los aires, las aguas y los lugares” de Hipócrates habla del “mal aire” (por eso el nombre de malaria) para explicar que el aire de mala calidad producía enfermedades, al igual que la mala agua y los malos lugares . 6Quevedo, Emilio. José Celestino Mutis anta la higiene pública: un oráculo periférico preso en un paradigma metropolitano contradictorio. En: El humanismo de Mutis: proyección y vigencia. s.f.

Así mismo, desde la Edad Media y el Renacimiento, a partir de las concepciones humoralistas del galenismo medieval, se venía suponiendo que las enfermedades contagiosas eran producidas por los miasmas, misteriosa materia insalubre que se transmitía de ser humano a ser humano o de animal a ser humano . 7Ibíd.

En el Siglo XVIII diversos médicos plantearon la necesidad de tomar en cuenta el punto de vista social en el manejo de los problemas de la medicina y la higiene. Resaltan Johann Peter Frank en la antigua Alemania quien planteó “el hambre y la enfermedad están pintadas sobre la frente de toda la clase trabajadora” y propuso crear un sistema con una política médica global; y los trabajos de Bernardino Ramazzini en Italia sobre enfermedades de los trabajadores, que le valieron el titulo del padre de la medicina del trabajo.

En el siglo XIX, Thomas Sydenham propone una teoría de la higiene partiendo de su clasificación de las enfermedades en dos tipos: las enfermedades agudas y las enfermedades crónicas. Las primeras causadas por los miasmas que atacan a las partes líquidas del cuerpo y, las segundas, consecuencia del régimen de vida de los seres humanos, es decir del defecto o el exceso de sus costumbres cotidianas. Consecuentemente, la higiene se dividirá en dos ramas: la higiene pública, encargada de la profilaxis de las enfermedades agudas y por lo tanto del control del aire y el agua para evitar la proliferación de los miasmas; y la higiene privada, tendiente a estimular el autocontrol de las personas, evitando excesos en sus regimenes de vida. Esta teoría conduce a establecer medidas higiénicas permanentes en lo referente a la salubridad pública como la pavimentación, el drenaje de aguas negras, la ventilación de los espacios, el evitar el hacinamiento y desinfectar . 8Ibíd.

Sydenham de esta manera rompe con el paradigma antiguo, que mostraba su total incapacidad ante el fenómeno de las epidemias, al inaugurar dos líneas de trabajo: el empirismo clínico y la perspectiva epidemiológica, las cuales avanzaran con los desarrollos posteriores de la anatomía, la fisiopatología, la microbiología y la epidemiología, dándole fuerza a un nuevo paradigma moderno de la medicina . 9Quevedo, Emilio y Cárdenas, Hugo. Proceso salud-enfermedad. s.f.

Es de anotar que en el proceso de construcción de pensamiento hubo otros desarrollos importantes, pero que no lograron competir con el paradigma inaugurado por Sydenham, que luego se fue profundizado con desarrollos como los hechos por Edwin Chadwink en Inglaterra en el mismo siglo XIX quien profundizo la línea de higiene para el abordaje de las epidemias y los desarrollos posteriores en el siglo XX con Leavell y Clark sobre la historia natural de la enfermedad, los niveles de prevención y la triada epidemiológica.

Entre esos trabajos y tesis que propusieron una mirada más social que higiénica vale la pena destacar:

En el Siglo XIX se dan los trabajos de Salomón Neumann en la antigua Alemania, quien planteo que “la mayoría de las enfermedades que perturban el pleno goce de la vida no depende de condiciones naturales sino de condiciones sociales”; de Rudolph Virchow también en la Alemania antigua a quien se le pidió que estudiara la epidemia de tifus que en ese momento azotaba a la región y planteo que la epidemia tenía causas sociales y económicas relacionadas con la pobreza y que se requería de medidas higiénicas y sociales para prevenir nuevos brotes. La propuesta de Virchow consistía en una reforma social radical que, en términos generales, comprendía “democracia completa e irrestricta, educación, libertad y prosperidad” ; tesis estas que le valieron el titulo de padre de la medicina social. 10Rosen George. Da policia Médica a Medicina Social. Rio de Janeiro: Editorial Graal, 1979.

Los trabajos de Louis Villermé en Francia quien demostró con datos estadísticos que la frecuencia de enfermedad y las tasas de mortalidad en Paris estaban relacionadas con las condiciones de vida de las diversas clases sociales; William Farr en Inglaterra quien planteó en un informe estadístico oficial que el hambre era la responsable de mucha muertes, adicionalmente observo que el exceso de mortalidad entre los mineros se producía por sus condiciones de trabajo y su condición nutricional.

Ya en el Siglo XX se destacan los aportes de Henry Sigerist quien se planteo que la medicina es el estudio y la aplicación de la biología en una matriz que es al mismo tiempo histórica, social, política, económica y cultural y expuso una idea germinal de la comprensión de la salud como derecho humano y deber del Estado al plantear que “el pueblo tiene derecho a la atención médica y la sociedad tiene la responsabilidad de cuidar a sus miembros”. Los desarrollos de Henrick Blum quien planteo que la salud es la resultante de un gran número de determinantes ambientales, comportamentales, de la herencia y de los servicios de salud.

En Latinoamérica se destacan los aportes de Juan Cesar García de Argentina, en el análisis de la formación del recurso humano en salud, quien planteo que “la salud-enfermedad-atención es la expresión de una determinada formación socioeconómica y cultural” y de Sergio Arouca de Brasil quien aportó en la construcción del pensamiento en salud colectiva y tuvo una destacada labor política en la defensa de la salud, quien planteo que “la reforma sanitaria brasilera no nace de un simple proceso gerencial, tecnocrático o burocrático. Nace de la defensa de valores como la democracia directa, el control social, la universalización de derechos, la humanización de la asistencia, teniendo como concepción el hecho que el ciudadano no es cliente, no es usuario, más es sujeto. La reforma sanitaria brasileña es un proyecto civilizatorio”.

Este devenir histórico permite observar que la salud pública en su proceso de gestación tuvo su base epistemológica en la higienización que articulado a los avances en la microbiología, la fisiopatología y la epidemiología configuró el campo actual de la salud pública que como denomina Edmundo Granda es más de Enfermología Pública en tanto traslado el análisis del fenómeno individual de la enfermedad al análisis de las situaciones colectivas, sin hacer un desprendimiento del fenómeno de la enfermedad para pasar al de la vida y el bienestar colectivo. 11Granda Edmundo. La Salud Pública y las Metáforas sobre la Vida. Revista de la Facultad Nacional de Salud Pública. 18(2):83-100, julio - diciembre de 2001.

Asunto histórico que se constituye en una clave para poder trasformar la situación de la salud pública, por que en tanto se siga mirando con el mismo lente del paradigma , /12Según Thomas Kuhn, un paradigma científico consiste en un conjunto de realizaciones que comparten dos características: de un lado, definen para generaciones sucesivas de científicos un conjunto de problemas y métodos legítimos, y de otro lado, son lo bastante incompletas para dejar muchos problemas para ser resueltos por el redelimitado grupo de científicos. Entonces, un paradigma es un modelo aceptado (por la ciencia normal) que intenta obligar a la naturaleza a que encaje dentro de los límites pre-establecidos por dicho modelo aceptado. En Quevedo. Emilio. José Celestino Mutis anta la higiene pública: un oráculo periférico preso en un paradigma metropolitano contradictorio. Op. cit./ la constatación de los hechos no garantizara por sí misma la construcción de nuevas teorías explicativas de la realidad ; /13Quevedo, Emilio. José Celestino Mutis anta la higiene pública: un oráculo periférico preso en un paradigma metropolitano contradictorio. Op. cit./ lo que ratifica lo planteado por Kuhn “ninguna parte del objetivo de la ciencia normal está encaminada a provocar nuevos tipos de fenómenos; en realidad, a los fenómenos que no encajarían dentro de los límites mencionados frecuentemente ni siquiera se los ve. Tampoco tienden normalmente los científicos a descubrir nuevas teorías y a menudo se muestran intolerantes con las formulas de otros. La investigación científica normal va dirigida a la articulación de aquellos fenómenos y teorías que ya proporciona el paradigma” . 14Kuhn, Thomas (1971). Estructura de las revoluciones científicas. En: Quevedo, Emilio. José Celestino Mutis anta la higiene pública: un oráculo periférico preso en un paradigma metropolitano contradictorio. Op. cit.

En ese sentido la historia nos muestra la evidente necesidad de cambiar “lo que se mira” es decir ampliar el objeto de análisis y la “forma de mirar” es decir utilizar otro tipo de instrumentos de análisis de carácter integral y universal . 15OPS (1992). La crisis de la salud pública: reflexiones para el debate. Op. cit.

Acá pues existe un claro legado de la historia, y debemos entender que sólo si nos atrevemos a navegar otros rumbos que le han sido propuestos a la salud pública, le será posible salir de la crisis y la encrucijada. Baste entonces proponer como otro posible rumbo de navegación el que nos indicaron Rudolph Virchow y Juan Cesar García a través del pensamiento y movimiento de la medicina social.

LOS DESAFIOS ACTUALES DE LA SALUD PÚBLICA EN MEDIO DE SU CRISIS

El ejercicio desarrollado por la OPS en el marco de la iniciativa de salud pública en la Américas, llevó a definir 11 funciones esenciales de la salud pública y a desarrollar un proceso de autoevaluación en 41 países de la región. Este ejercicio evidenció en todas las funciones un perfil de desempeño intermedio bajo, con un mejor desempeño en la función once, referida a la reducción del impacto de emergencias y desastres, la segunda sobre vigilancia de salud pública y la función número uno sobre monitoreo, evaluación y análisis de salud. Las de peor desempeño fueron la función nueve que tiene que ver con la calidad de los servicios; la función ocho, sobre desarrollo de recursos humanos y la función diez, sobre investigación en salud pública . 16Feo, Oscar. La salud pública en los procesos de reforma y las funciones esenciales de la salud pública. Revista Facultad Nacional de Salud Publica. Vol. 22, número especial: III Congreso Internacional de Salud Pública.

Este ejercicio y muchas otras evidencias afirman que hoy la salud pública tiene enormes desafíos, pero tal vez el mayor, retomando las propuestas de Virchow y García, es la confluencia y articulación con las ciencias sociales, en un proceso de renovación de su objeto de estudio, sus enfoques y sus métodos, para afianzar una perspectiva que ayude a comprender mejor la realidad sanitaria de nuestros países y a su transformación, en un proceso de fortalecimiento de alternativas sociales democráticas e incluyentes . /17Comunicación personal de Jairo Ernesto Luna, miembro del núcleo de ALAMES Colombia./ Lo que demanda reorientar su campo de construcción del conocimiento para la vida y no para la enfermedad, ni para el mercado, lo que requiere hacer uso de otras herramientas teóricas-metodológicas /18Comunicación personal de Alejandrina Cabrera, coordinadora del núcleo de ALAMES México./ y que pensemos y actuemos en la salud como cuestión social y no solo “incorporar” las ciencias sociales – una de ellas o todas- al pensamiento sobre la salud . 19Testa, Mario (1992). Salud pública: acerca de su sentido y significado. En: OPS (1992). La crisis de la salud pública: reflexiones para el debate. Op. cit.

Por lo tanto este gran desafío de ser asumido debe orientar la producción de conocimientos (investigación), la formación (educación formal) y la acción político-técnica de la Salud Pública del siglo XXI /20Comunicación personal de Mario Hernández, miembro del núcleo de ALAMES Colombia. /y un nuevo ingrediente referido a su relación con los procesos sociales organizativos, con especial énfasis en los movimientos sociales en salud, aportando también en la producción de conocimiento con ellos a partir del reconocimiento de otros saberes diferentes al científico, a la formación desde la perspectiva de la rica tradición de la educación popular y a la acción en la construcción de lo público entendiendo que éste no se construye solamente desde la esfera del Estado.

A su vez, otro gran reto que atraviesa la salud pública esta en relación con los grandes cambios político sociales impulsados por la denominada globalización que han impactado sobre la configuración de los Estados nación y que han trasformado sustancialmente las políticas sociales y el papel del Estado en ellas. En este marco se han dado reformas de la seguridad social y de salud, que han determinado que los Estados deleguen la responsabilidad de la salud a los propios individuos y a sus familias y han dado un papel preponderante a los actores privados en la prestación de estos servicios, ocasionando una enorme fragmentación en los sistemas de salud que han fortalecido el componente de atención individual a la enfermedad y debilitado los componentes de acción colectiva de promoción y prevención.

Ahora este mismo contexto de globalización coloca otros tantos desafíos más a la salud publica producto de los procesos que genera como: la migraciones tanto de importantes segmentos de población como de talento humano en salud; la posibilidad de transmisión muy rápida de epidemias; los nuevos tipo de acuerdos comerciales entre naciones, los cambios en el mundo del trabajo y las nuevas configuraciones regionales, entre otros.

Este contexto entonces le coloca un enorme desafió a la salud pública, que es el de sobrevivir en escenarios de franco debilitamiento del Estado con una agudización de problemas sanitarios como la polarización socio-epidemiológica, debida en gran parte a la profundización de las inequidades sociales; la regresión sanitaria, dada por el repunte de enfermedades anteriormente erradicadas y/o controladas; el envejecimiento de la población; el deterioro de la salud mental; el incremento de los diversos tipos de violencias tanto políticas como sociales; el mayor deterioro ambiental; el incremento de la pobreza y con ella de las hambrunas; el aumento de las inequidades y exclusiones sociales; el uso de la biotecnología en los asuntos de salud, entre otros temas de relevancia , . 21López, O y F Peña (2006). Salud y sociedad. Aportaciones del pensamiento latinoamericano. En E de la Garza (coordinador), Tratado latinoamericano de sociología. Ed. Anthropos, Barcelona. / 22Comunicaciones personales con Luz Stella Álvarez y Esperanza Echeverri asociadas del núcleo de ALAMES Colombia.

Con este panorama de desafíos y claro reconocimiento al inicio del nuevo milenio que luego de tantos ajustes y reformas la situación económica y social de la mayor parte de países parece ser peor, las condiciones de salud y de servicios dejan mucho que desear y la mayoría de sociedades continúan manifestando su incapacidad para promover y proteger su salud en la medida que sus circunstancias históricas requieren , /23OPS. La crisis de la Salud Pública. Op. cit. / se hace evidente la necesidad de avanzar en la reconfiguración de la nueva salud pública que reconozca y valore los vacíos y aciertos anteriores y que pueda dar un salto epistemológico que posibilite su reconceptualización, configure un nuevo campo disciplinar, que reoriente la transmisión de conocimientos y a la vez que redefina sus prácticas sociales.

NADA NUEVO, SOLO ATREVERNOS A NAVEGAR UN RUMBO DISTINTO: CONTRIBUIR A RESOLVER LOS PROBLEMAS DE LA VIDA, NO LOS DEL MERCADO

A partir de la trayectoria histórica y del periodo de crisis que ha estado atravesando la salud pública, se han planteado múltiples cosas de tiempo atrás: que se requiere que aborde los asuntos de salud y no de la enfermedad; que es necesario una mirada multidisciplinaria; que la acción debe ser más allá de los servicios asistenciales y que debe ser de carácter intersectorial; que se establecen un conjunto de funciones esenciales que reorientan su acción; que es esencial la articulación con las ciencias sociales; entre otras cosas. Lo cierto es que los avances en esta dirección, a pesar del supuesto acuerdo, son escasos y de pobre impacto, que es evidente en tanto el modelo biomédico sigue muy presente en la formación y en la práctica y aun más grave, se ha visto fortalecido por la perspectiva neoliberal de la salud, que convierte en un bien privado de consumo individual a la salud.

Acá vale la pena decir, en una reflexión autocrática, dado que represento un sector de pensamiento y acción crítico de la salud pública, que a pesar del análisis radical y de las propuestas innovadoras teórico-metodológicas desde el campo de la corriente de medicina social en América Latina, esta no ha logrado impactar significativamente el campo de la salud pública . 24Granda Edmundo (2004). ¿Quo Vadis Salud Pública? Ponencia presentada en el II Foro de la Sociedad Civil en Salud. Lima, 9-11 de agosto de 2004.

¿Cuál es el camino entonces para que el futuro de la Salud Pública no sea la Salud Privada? Indudablemente que debemos navegar por el camino de una nueva salud pública, recogiendo los ofrecimientos teóricos y metodológicos que se nos han hecho, las múltiples experiencias de avances y retrocesos. Es decir, que la salud pública tiene futuro en la medida en que se renueve, por que de otra forma perecerá por que su esencia se subordinara incluso bajo su propia aprobación como ocurrió ya cuando no tuvo reparos éticos en sumarse a las reformas de los 90 que han sido nefastas para la vida de la salud pública.

Como una suerte de bitácora de navegación para emprender ese nuevo rumbo, entre muchas otras cosas se requiere:

• Para configurar la nueva salud pública contrahegemónica (retomando la cita de Gramsci), que sea capaz de desafiar efectivamente la salud publica hegemónica, es necesario parirla desde la realidad y de las vivencias cotidianas, lo que demanda un contacto diferente con la realidad, con la gente, con sus necesidades y de allí deben surgir nuevas formas de conocer y de actuar en el terreno de las prácticas de la salud de los públicos.

• Recomponer el campo epistemológico y de acción de la salud pública, que pasa por fundamentarla en : 25Ibíd.
o Énfasis en la salud, la vida, el bienestar, sin descuidar la enfermedad, pero si superando el asunto de la rentabilidad económica producto de la atención curativa;
o Métodos que integren diversas formas de entender y hacer, capaces de dar cuenta de las estructuras y la acción social y de las estructuras;
o Impulsar prácticas sociales que integren diversos actores y poderes, desde el del Estado, pasando por los individuos, sus colectivos hasta los movimientos sociales.

• Reconocer que no son solamente los actores profesionales de la salud pública tienen que ver con ella; que existen experiencias, que como en el caso del sur de México y Guatemala han posibilitado formar promotores de salud con una conjugación de conocimientos tradicionales y conocimiento científico, que han tenido impactos muy positivos sobre la salud de sus comunidades . /26Albizu, José Luís (2005). El Efecto Guatemala. Un viaje con las promotoras y los promotores de salud a través de la vida. Ciudad de Guatemala./ Esto a su vez demanda que descentremos los focos y escenarios de formación, saliendo del ámbito exclusivo universitario y de los profesionales y técnicos, para pasar a uno no formal donde lo importante no es el titulo si no los conocimientos y capacidades para aportar efectivamente al mejoramiento de salud de las comunidades.
Ahora esto implica a su vez, aceptando que garantizar el derecho a la salud requiere actores y fuerzas sociales que lo militen y que lo concreten, que la nueva salud pública aporte a la formación en la preparación de cuadros técnico políticos de sindicatos, partidos políticos, movimientos sociales, etc. / 27Comunicación personal de Mario Rovere, miembro del Consejo Consultivo de ALAMES. / Se requiere educar, formar a muchos y muchas en todos los espacios, desde los espacios donde se realiza la vida todos los días, pero se trata también de definir procesos de trabajo, espacios para aprender, desde la perspectiva de derechos humanos, desde la perspectiva de la promoción de calidad de vida. No podemos seguir pensando y enseñando desde la enfermedad, desde los riesgos, tenemos que enseñar desde y para la vida . 28Comunicación personal de María Urbaneja consejera del Consejo Consultivo de ALAMES.

• Reconocer que las comunidades también tienen capacidad de construir lo público y que en un escenario de debilitamiento del Estado las comunidades en su legítima condición de autonomía pueden avanzar en formas organizativas que logran atender los asuntos públicos de salud y desde esta nueva posición de poder reinventar y redefinir el Estado. Esto implica entonces que la nueva salud pública aporte a construir lo público más allá de la esfera estatal, más aun cuando hoy esta en franco debilitamiento.

• Se requiere transformaciones del ámbito de la formación del personal como lo expresa Edmundo Granda “la formación del salubrista adecuado para la enfermología pública se relacionaba con una imagen del salubrista interventor técnico-normativo, mientras que el momento actual, reclama, un sujeto interprete - mediador, es decir: intérprete de las maneras cómo los actores individuales y sociales, en su diario vivir, construyen sus saberes, desarrollan las acciones relacionadas con la promoción de su salud y cuidan su enfermedad; y, mediador estratégico con los poderes científico, político y económico para apoyar la elevación de los niveles de salud y vida” . 29 Granda Edmundo (2004). ¿Quo Vadis Salud Pública? Op. cit.

• Valorar las alternativas que se han venido dando en el transcurso del tiempo y que producto del contexto y de las relaciones de poder en la esfera internacional no han podido desarrollarse, en particular me refiero a las propuestas de APS, la perspectiva de los determinantes sociales de la salud y la perspectiva del derecho a la salud.

• Reconocer explícitamente y sin vergüenza que la salud es un asunto de la política y que por lo tanto la nueva Salud Pública tiene que necesariamente establecer una proyección y relación distinta con las políticas, estructuras e instituciones existentes en el campo con miras a lograr mayores dosis de democracia, eficacia y equidad . /30Ibíd./ Lo político consiste en la reivindicación de lo público como la salud del público, la salud como bien público indivisible, no transable y por tanto universal, más allá de lo estatal y de la salud como derecho humano fundamental . 31 Comunicación personal de Saúl Franco, miembro del Consejo Consultivo de ALAMES.

• La nueva Salud pública debe orientar los sistemas de salud, lo que significa que la salud pública es la orientadora de las políticas de salud, incluidas las relacionadas con la organización de los servicios de atención de enfermedades y sus formas de financiamiento. Esto implica una franca confrontación con la falsa separación entre bienes privados y bienes públicos en materia de salud, como pretenden los economistas neoclásicos y por lo tanto el aseguramiento no debe ser más un campo separado de la salud pública, es sólo una forma de organización del financiamiento de los servicios de salud y es necesario dar la discusión a fondo de si debe seguir siendo un asunto individual o un verdadero mecanismo social y solidario de financiación para lograr universalidad . 32 Comunicación personal de Mario Hernández miembro de ALAMES Colombia.

• Salir de la encrucijada de la vigilancia y la regulación, para avanzar en una visión más articulada de su acción alrededor de la generación de condiciones para mejorar calidad de vida y no sólo prevenir enfermedades, esto es inscribirse en un enfoque promocional de calidad de vida . 33 De Negri, Armando (2004). Adoção de uma estratégia promocional da qualidade de vida e saúde: transetorialidade das políticas públicas. En: Girotti Sperandio, A.M. O Proceso de construção da rede de municipios potencialmente saudáveis. Campinas-São Paulo: IPES, Unicamp, OPS/OMS.

• Fortalecer el ejercicio de participación de la gente desde una perspectiva de ciudadanía, donde la gente se posiciona como titular del derecho a la salud, y no como usuario consumidor de servicios de salud que solo reclama por un contrato ante el prestador de servicios.

• Siendo consecuente con esta bitácora de navegación, se deben fortalecer los pregratos de salud y los posgrados en salud pública a partir de incorporar en la formación el enfoque de derechos, determinantes sociales de la salud y equidad.

• El futuro de la nueva salud pública se debe ver también desde los espacios de integración regional. Ante este movimiento que hoy recorre nuestro continente no podemos menos que detenernos un poco para apreciarlo, para ver sus posibilidades de sumar esfuerzo, de encontrarnos, de conocernos, para pensar conjuntamente nuestros problemas y también atrevernos a pensar respuestas conjuntas . 34 Comunicación personal de María Urbaneja.

• El futuro de esta nueva Salud Publica depende por un lado, que forme parte de las agendas de la sociedad, especialmente de los sectores excluidos y de otro lado, que el Estado asuma el reto de la salud de los colectivos como un compromiso ético para garantizar respuesta a las necesidades sociales y de salud y para superar las profundas inequidades sanitarias existentes.

Acá hay unos elementos de esta bitácora que es necesario discutirlos, ajustarlos, ampliarlos, consensuarlos. Pero lo cierto sí es, que para asumir esta nueva bitácora se requiere partir de reconocer que hemos estado navegando por rumbos equivocados y que sí es posible navegar rumbos claros que efectivamente respondan a las grandes necesidades y situaciones de salud pública por las que hoy atraviesa el mundo y nuestro país en concreto.