domingo, 26 de agosto de 2007

¿DE DONDE PROVIENE LA VIOLENCIA?...



Héctor Abad Gómez *

La violencia, como todo fenómeno humano, nace de nuestro ser animal. Es en nuestra mente - constituida por todo lo que ha influido en ella, genérica y ambientalmente desde nuestro nacimiento - en donde surge la decisión de actuar en forma violenta.

Si tenemos claro este principio elemental, podremos analizar la violencia, no sólo a través de nuestra historia, sino a través de toda la historia humana. Como se sabe, la violencia surgió con la gran transformación que hace unos diez mil años se produjo en todas las regiones de nuestro planeta, con la ahora llamada Revolución Agrícola. Nos empezamos a matar por la posesión de la tierra. Y nos seguimos matando por lo mismo. Claro que, cada vez más frecuentemente, en forma encubierta: tribalismo, religión, ideología, predominancia económica. Y siempre detrás de todo esto, la ambición de poder de algún grupo humano. Analicemos la historia de nuestro país. Los grupos indígenas peleaban por su territorio, hasta que llegaron los españoles con la cruz y la espada, los caballos y los arcabuces, y se lo arrebataron por la fuerza y los criollos, con Bolívar a la cabeza, arrojamos también por la fuerza a los españoles, y nos convertimos en cinco naciones. Que si nos descuidamos, empezaremos a pelear y a matamos, por el petróleo y el carbón de los yankis. Ellos nos suministrarán, vendiéndonoslas naturalmente, las armas que queramos.

Así sería mucho más eficiente la violencia, que es apenas, ahora, nacional, y que se volvería internacional. Mucho mejor negocio todavía.

Mientras esa otra tragedia mayor no se presente, sigamos analizando la que hasta ahora ha vivido y continúa sufriendo la Nación colombiana.

Después de la guerra de independencia, las guerras civiles y luego la matanza de las bananeras, para que comieran plátanos más baratos los ciudadanos de los países industrializados.

Y en 1930, con el cambio político, la lucha por el predominio de los terratenientes en los Santanderes y en 1948, un Presidente, ayudado por algunos púlpitos, que en Boyacá, el Tolima, el Valle y Antioquia predicaban que como antes matar moros, (“matar liberales no era pecado”). Y en nuestros días, la cruzada anticomunista dirigida por el Pentágono y la CIA, para "salvar la civilización occidental".

Todo esto, complicado con que los dólares se les escapan a los bancos norteamericanos, para comprar aquí cocaína. Y que en Medellín hay tanta pobreza, que se puede contratar por dos mil pesos a un sicario, para matar a cualquiera.

Estos son los detalles. En el fondo está la educación, que hemos recibido, a través de la historia humana reciente. Digo “reciente”, porque durante los primeros noventa mil años del “Homo Sapiens”, antes de la Revolución Agrícola, los diez millones de habitantes que existían sobre la tierra, no necesitaban “educación” porque eran y se sentían iguales y tenían todo lo que querían: era la riqueza común primitiva de que hablan algunos antropólogos.

Ahora, con cinco mil millones de personas que poblamos este planeta la cosa es distinta. Vivimos una época violenta.

Una violencia que nace del sentimiento de desigualdad. Podríamos no tener violencia, si todas las riquezas -incluyendo la ciencia, la tecnología y la moral- -esas grandes creaciones humanas- estuvieran mejor repartidas sobre la tierra.

Este es el gran reto que se nos presenta hoy, no sólo a nosotros, sino a la humanidad entera.

Si, por ejemplo, las grandes potencias dejaran que Colombia, o mucho mejor, Latinoamérica unida, buscara sus propias salidas, nos iría muchísimo mejor. Pero esto es ya soñar, un ejercicio no violento, previo a cualquier gran realización. La realización que podrá efectuar una humanidad sana mentalmente, que algún día, durante los próximos diez mil años verán nuestros descendientes, si ahora o más tarde no nos autodestruimos.




* Ultima columna de Héctor Abad Gómez, escrita el día de su muerte y publicada Póstumamente como editorial en El Mundo, 26 de agosto de 1987.